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En Washington DC, el pujante sector de la Calle H lucha por sobrevivir al coronavirus [FOTOS]
El golpe llegó a mediados de marzo, cuando la pandemia forzó el confinamiento de casi toda la población, llevando al país a la peor recesión desde la Gran Depresión de hace casi un siglo.
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El suizo Stable, que apostó por el ‘delivery’, solo pudo conservar un empleado. Su dueño, Silvan Kraemer, sabe que el regreso a algo parecido a la normalidad tardará en llegar y aunque pidió auxilio federal, sigue adelante sin contar con eso. (Eric BARADA
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Eric Wang, de 39 años, copropietario del restaurante birmano Thamee en el corredor de la calle H, posa durante una entrevista sobre cómo los propietarios de pequeñas empresas están lidiando con la crisis del COVID-19. (Eric BARADAT / AFP).
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Los clientes recogen un pedido en un restaurante tailandés en el corredor de la calle H el 23 de abril de 2020 en Washington, DC. (Eric BARADAT / AFP).
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Khajornpat Srisuta, el chef del restaurante tailandés Immonh en el corredor de la calle H, se expresa ante los medios usando una máscara y guantes. (Eric BARADAT / AFP).
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Khajornpat Srisuta, el chef del restaurante tailandés Immonh en el corredor de la calle H, posa durante una entrevista sobre cómo los propietarios de pequeñas empresas están lidiando con la crisis del COVID-19. (Eric BARADAT / AFP)
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Anwar Saleem, director de H St. Main Street, una ONG dedicada a revitalizar este emblemático vecindario cerca del Capitolio, dijo que más de dos tercios de las 300 pymes allí instaladas cerraron y la mayoría despidió a su personal. Hasta su peluquería, un
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“No tuvimos que despedir a nadie y mucho de eso tiene que ver con el optimismo que tenemos por el potencial de préstamos y subvenciones”, aseguró. Los dueños de mascotas esperan afuera de la clínica veterinaria AtlasVet. (Eric BARADAT / AFP).
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Para Chris Miller, que dirige la veterinaria Atlasvet, ubicada frente del legendario teatro Atlas, el solo hecho de haber podido mantener el servicio es “increíble”. Más de 40 personas trabajan allí. (Eric BARADAT / AFP).
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El médico veterinario Chris Miller, propietario de AtlasVet en el corredor de la calle H, posa frente a su clínica durante una entrevista sobre cómo los propietarios de pequeñas empresas están lidiando con la crisis del COVID-19. (Eric BARADAT / AFP).
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Los negocios en el pujante sector comercial de la Calle H de Washington DC luchan por sobrevivir a la pandemia del nuevo coronavirus. (Eric BARADAT / AFP).
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Todo iba viento en popa para Thamee, un restaurante birmano en ascenso en Washington DC. Pero como el resto de los negocios en el pujante sector comercial de la Calle H de la capital federal, ahora lucha por sobrevivir tras el cimbronazo del nuevo coronavirus.
El golpe llegó a mediados de marzo, cuando la pandemia forzó el confinamiento de casi toda la población de Estados Unidos, llevando al país a la peor recesión desde la Gran Depresión de hace casi un siglo.
“Nos habían nominado al Premio James Beard al mejor restaurante nuevo en Estados Unidos unas semanas antes. Veníamos muy bien y de la noche a la mañana todo se fue”, contó Eric Wang, uno de los dueños de Thamee.
“Creo que es una pesadilla para todos”, dijo este emprendedor de 39 años frente al colorido mural que adorna el comedor vacío.
La treintena de trabajadores de Thamee se sumaron a los 26 millones de estadounidenses que se acogieron al seguro de desempleo en las últimas cinco semanas.
Wang agradeció el salvavidas de 5.000 dólares que le otorgó la aplicación de citas Bumble, que le permitió mantener la cobertura médica a los empleados. Pero hasta ahora, Thamee, como millones de pequeñas y medianas empresas (pymes) en Estados Unidos, no ha recibido ayuda federal.
El presidente Donald Trump promulgó el viernes un plan de emergencia por casi medio billón de dólares para oxigenar la colapsada economía, adicional a los 2,2 billones aprobados a fines de marzo. El nuevo paquete destina 320.000 millones de dólares a las pymes, después de que en solo dos semanas se agotaran los 349.0000 millones iniciales.
“Con suerte, nos darán la financiación”, dijo Wang, que ya llenó los formularios de solicitud.
“Pero no contamos con eso. Nos proyectamos como si estuviéramos comenzando desde cero”, aseguró, señalando que el nuevo modelo de negocios incluirá el “aspecto filantrópico” de aportar a la comunidad, al estilo del célebre chef José Andrés.
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Un nuevo mundo
Anwar Saleem, director de H St. Main Street, una ONG dedicada a revitalizar este emblemático vecindario cerca del Capitolio, dijo que más de dos tercios de las 300 pymes allí instaladas cerraron y la mayoría despidió a su personal. Hasta su peluquería, un servicio no esencial, bajó la cortina.
La situación generó miedos e incertidumbres: ¿Qué pasará con mi historial de crédito? ¿Y con mi hipoteca? ¿Recuperaré a mis empleados ya entrenados?
Saleem recibía esos cuestionamientos, pero también la preocupación por el aumento de la criminalidad.
En las últimas semanas, ocho negocios en la Calle H sufrieron robos y daños. Para buscar soluciones, convocó a una videoconferencia con la policía metropolitana. Unas 110 pymes participaron.
“Estaba en séptimo grado cuando los disturbios de 1968 devastaron este barrio y quiero asegurarme de que eso no volverá a pasar”, dijo Saleem.
Este afroestadounidense de 65 años teme que los fondos gubernamentales, que cree insuficientes, no prioricen “las pymes que sostienen este país” y beneficien “a las grandes corporaciones”, un error que según él marcó la salida de la Gran Recesión hace una década.
“El mundo cambiará para siempre”, vaticinó.
“Podemos vencer esto”
En la cuadra de Thamee, dos restaurantes que acababan de abrir cuando se declaró la pandemia estaban cerrados.
Otros se volcaron 100% a los envíos. IMM Thai and Sushi Bar, por ejemplo, impuso estrictas medidas de seguridad y aprovechó la red de distribución que ya tenía con terceros, como Uber Eats o Grubhub.
“Los meseros se volvieron repartidores, pero no despedimos a nadie”, dijo Khajornpat Srisuta, la chef de 42 años. Por ahora, ni ella ni su marido, copropietario, prevén pedir ayuda al gobierno. Pero no lo descartan.
El suizo Stable, que también apostó por el ‘delivery’ y aprovechó el permiso de la ciudad para incluir alcohol en los pedidos, solo pudo conservar un empleado. Su dueño, Silvan Kraemer, sabe que el regreso a algo parecido a la normalidad tardará en llegar y aunque pidió auxilio federal, sigue adelante sin contar con eso.
“Creo que se debe intentar hacer todo lo posible para ganar suficiente dinero para mantenerse a flote en lugar de esperar la financiación del gobierno”, dijo.
Para Chris Miller, que dirige la veterinaria Atlasvet, ubicada frente del legendario teatro Atlas, el solo hecho de haber podido mantener el servicio es “increíble”. Más de 40 personas trabajan allí.
“No tuvimos que despedir a nadie y mucho de eso tiene que ver con el optimismo que tenemos por el potencial de préstamos y subvenciones”, aseguró.
Wang, que nació en Taiwán, se crió en Japón y llegó de adolescente a Estados Unidos, sostuvo que también se mantiene “optimista”.
“Como inmigrantes, ya pasamos por el trauma de perder todo y recuperar todo. Está en nuestra sangre. Y la mayoría de nuestros empleados son inmigrantes o hijos de inmigrantes. Por eso sabemos que podemos contraatacar, podemos vencer esto”, afirmó, esbozando una sonrisa.
CON INFORMACIÓN DE AFP
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