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Dianna Ortiz, la monja que se convirtió en la defensora de los sobrevivientes de la guerra en Guatemala
Ella se encontraba como parte de un grupo misionera ayudando a poblaciones indígenas en Guatemala cuando fue secuestrada y torturada. Su búsqueda de justicia la llevó a luchar por los derechos de otros. Esta es su historia.
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A los 62 años y víctima de cáncer, Dianna Ortiz, falleció el pasado 19 de febrero. Durante su juventud, la monja sobrevivió a un episodio de secuestro y tortura que la llevó a convertirse en la defensora de las víctimas de guerra en Guatemala.
Dianna Mae Ortiz nació el 2 de septiembre de 1958, en Colorado Springs, Colorado. Hija de Ambroshia y Pilar Ortiz, vivió junto a otros siete hermanos en Grants, Nuevo México, y desde muy joven se interesó en la vida religiosa. A los 17 años comenzó su noviciado.
Ortiz, fue una hermana ursulina de Mount St. Joseph, en Kentucky (Estados Unidos). Ella trabajaba como misionera en Guatemala en 1989 cuando fue secuestrada por las fuerzas de seguridad del país debido a su trabajo con los pueblos indígenas.
Nunca se supo exactamente por qué ella y otros estadounidenses fueron secuestrados. Por mucho tiempo se creyó que que la atacaron a ella por que la confundieron con otra persona; sin embargo, fue algo que la propia Dianna nunca aceptó.
En esa época, Guatemala estaba devastada por la guerra y gobernada por un gobierno anárquico, lleno de dictadura militar de derecha quienes atacaban a poblaciones indígenas y reaccionaban violentamente con cualquiera que quisiera brindarles ayuda.
Además de violarla, sus captores le causaron quemaduras en la espalda con cigarrillos, amarraron sus muñecas y la colgaron en un pozo lleno de cuerpos de personas fallecidas y vivas con miembros desmembrados, entre ellos niños, mujeres y hombres.
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“Hasta la fecha puedo oler la descomposición de los cuerpos, tirados en un pozo abierto”, dijo Ortiz en una entrevista a finales de los años noventa.
Ortiz relató que su tortura se detuvo solo después que un hombre, que parecía ser estadounidense, vio lo que estaba ocurriendo y ordenó que fuese liberada, diciendo que su retención se había convertido en noticia en todo el mundo.
Al poco tiempo regresó con su familia en los Estados Unidos, pero la angustia que vivió no le permitía recordar su vida antes del secuestro y no reconocía a sus familiares ni a sus hermanas ursulinas. Pasó años buscando justicia, pero nadie fue acusado y su memoria nunca regresó por completo.
Trabajo social
Pese a los terribles momentos que vivió, Ortiz canalizó su agobio para buscar respuesta y fue así como se convirtió en una defensora de las personas sometidas a tortura. Su caso ayudaría a forzar la publicación de documentos clasificados que muestran décadas de complicidad de Estados Unidos en violaciones a los derechos humanos en Guatemala durante los 36 años de su guerra civil en la que murieron 200 mil civiles.
Con el paso del tiempo, se logró desclasificar documentos que señalaban que las fuerzas guatemaltecas que cometieron actos de genocidio durante la guerra civil habían sido entrenadas y equipadas por Estados Unidos. En 1999, el presidente Bill Clinton tuvo que pedir disculpas por la implicación de su país en territorio guatemalteco.
En 1994, se mudó a Washington para trabajar para la Comisión de Derechos Humanos de Guatemala donde conoció a otras personas que habían perdido a seres queridos por torturas o que habían sido víctimas del mismo trato, y formaron un grupo llamado Coalition Missing para llamar la atención sobre los asesinados o desaparecidos en Guatemala.
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