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Nuevo lamento boliviano
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“Siempre deseé que hubiera estado mucho antes en mi poder el regresar al retiro del que me sacaron a regañadientes”, confesaba Washington en su despedida como presidente de EE.UU. Ansioso por retirarse de la vida pública para regresar a su finca en Mount Vernon, estuvo a punto de abdicar cuatro años antes, tras un solo mandato. Las circunstancias, no obstante, le hicieron desistir: una posible escisión entre estados norteños y sureños lo inclinó a reelegirse para preservar la unidad de su país.
Más al sur y más recientemente, Evo Morales pareciera haberse convencido de que no existe Bolivia posible si es que él no la dirige. Tras haber sido presidente en tres períodos seguidos, Morales anunció el pasado domingo que volverá a ser candidato en las elecciones de 2025. Como Washington, alegó que se vio “obligado” por las circunstancias a tomar esa decisión, lo que sería convincente de no ser por sus cuestionables antecedentes políticos.
MONARQUÍA PLEBEYA
El ensayista Juan Claudio Lechín llamó “monarquía plebeya” al gobierno de Morales, en reconocimiento de su origen popular e indígena, pero también por sus visos de perpetuidad. Y es que, cuando Morales llegó al poder en 2006, logró modificar la Constitución para reelegirse una vez y así poder gobernar hasta 2014. Tras ello —aseguró— se iría a vivir a su Mount Vernon en Chapare (Cochabamba), donde aún hoy cuenta con plantaciones de coca.
No pasó mucho tiempo, sin embargo, para que sus allegados señalaran que el primer mandato no contaba, al haberse iniciado en vigencia de otra Constitución. Así, el exsindicalista logró una segunda reelección en 2014. Pero su apetito de poder iría más lejos. Buscando una nueva candidatura en 2019, Morales organizó un referéndum en 2016 que perdió por un resultado escueto. No conforme, acudió al Tribunal Constitucional, donde jueces acólitos lo habilitaron a través de un polémico fallo.
Así llegamos a la campaña de 2019, donde un Evo Morales que buscaba su cuarto mandato de un modo ya abiertamente inconstitucional fue finalmente defenestrado tras un amotinamiento de policías y militares. Huyó y se asiló en México. Entretanto, la derecha se hizo con el poder efímeramente. En 2020, no obstante, el delfín de Morales, Luis Arce, hizo que el Movimiento al Socialismo (MAS) vuelva al poder.
CISMA EN EL MAS
La pugna por el poder al interior del MAS no se hizo esperar. El analista político boliviano Carlos Cordero explicó a Perú21 que, hoy por hoy, la fractura es real. De acuerdo a Cordero, el motivo es la ambición por la presidencia en 2025 que tienen tanto Arce como Morales y que, dentro del MAS, se ha traducido en la formación de dos alas: “una ‘evista’ o de la vieja guardia y una ‘arcista’ o renovadora”.
Similar opinión tiene el politólogo Farid Kahhat, quien, en diálogo con este diario, coincide en que el enfrentamiento es un hecho, aunque brindando una explicación diferente. “La razón no parece ser ideológica, por mucho que a Evo Morales le parezca eso. En realidad, es que Arce no quiso ser alguien bajo las órdenes de Morales”, señaló.
El ala ‘evista’ creyó que Arce sería un líder pasajero, dada su carencia de bases y su condición de no-indígena. Es ahí donde entró a tallar David Choquehuanca, excanciller que, contando él sí con bases y ascendencia indígena, fue apartado del MAS por órdenes del propio Morales, que no quería competidores para reelegirse. El dúo “Arce-Choquehuanca” encontró así una causa común, para lamento y dolor de cabeza del Washington altiplánico, cuya derrota en 2025 hoy, más que nunca, es una posibilidad real.
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