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Francisco ha partido, pero su mensaje perdurará

El primer papa latinoamericano murió a los 88 años. Sirvió a su Iglesia hasta su último aliento.

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papa
la última imagen. Participó el último domingo en la celebración de la Pascua. (Foto: AFP)
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El papa ha muerto, pero no se ha ido. Francisco ha partido de este mundo marcando así el final de una era profundamente humana en la historia de la Iglesia. Francisco, el más terrenal de los pontífices se ha elevado a los cielos a las 7:35 horas de Roma de este Lunes de Pascua en el Vaticano, a los 88 años. Se fue sirviendo a su Iglesia hasta su último instante.

Apenas un día antes, en su último Domingo de Resurrección, el papa había bendecido al mundo desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, frágil, ya por el peso de una neumonía que lo postró 38 días en un hospital, sostenido por una silla de ruedas, pero con la misma fuerza moral que lo caracterizó durante su pontificado. Un breve recorrido en su papamóvil sería la última imagen de su presencia.

Dieciocho horas después, el mundo despertaría con la noticia de su muerte. El anuncio del cardenal Kevin Joseph Farrell, camarlengo de la Santa Romana Iglesia, y el tañido de las campanas, confirmarían su partida.

El santo padre falleció en su residencia de la casa Santa Marta a causa de un derrame cerebral. El acta de defunción del Vaticano señala un caso de ictus cerebral que había provocado un “colapso cardiocirculatorio irreversible”.

Nacido como Jorge Mario Bergoglio el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, fue el primer pontífice latinoamericano y el primero en elegir el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís, símbolo de humildad, pobreza y amor por la creación.

Su pontificado, iniciado en 2013, se caracterizó por su voz firme en defensa de los marginados, los pobres y los migrantes. No habitó los lujos del Vaticano, sino que optó por una vida austera y cercana.

Francisco no solo renovó la manera de comunicar el mensaje del Evangelio, sino que, además, impulsó reformas dentro de la Iglesia y tendió puentes de diálogo en un mundo dividido. Humanizó el papado y caminó junto a la gente. A lo largo de su pontificado recorrió 66 países y más de 469,000 kilómetros.

Pero fue su ejemplo el que cautivó a tantos. Visitó cárceles, lavó los pies de presos y migrantes, consoló a víctimas de abusos y pidió perdón por los errores de la Iglesia. Abrazó sin miedo a los descartados, dialogó con otras religiones y no temió tocar las heridas del mundo.

En su testamento espiritual, redactado en junio de 2022 y difundido por el Vaticano horas después de su muerte, Francisco no pidió honores ni tumbas de mármol. Solo quiso descansar en Santa María la Mayor, su lugar de oración antes y después de cada viaje, en un rincón discreto entre capillas, con una lápida sencilla que dijera simplemente: Franciscus.

PESAR MUNDIAL

Líderes políticos, jefes de Estado y organismos internacionales coincidieron en destacar el legado espiritual, social y humano del primer papa latinoamericano. El presidente francés Emmanuel Macron lo llamó “un faro de fraternidad”. “¡Descanse en paz, papa Francisco! ¡Que Dios lo bendiga a él y a todos los que lo quisieron!”, escribió Donald Trump. El jefe de Gobierno español Pedro Sánchez resaltó su voz por la justicia social y la paz. Incluso el mandatario argentino Javier Milei, con quien tuvo desencuentros, lo despidió como un líder espiritual respetado por su pueblo y decretó siete días de duelo en su país.  

En Perú se decretó tres días de duelo nacional. La presidenta Dina Boluarte expresó su pesar a través del libro de condolencias, reconociendo el vacío que deja su partida.

En una de sus primeras homilías como papa, Francisco dejó una frase que marcaría el pulso de su pontificado: “Dios nunca se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”. Su mensaje cargado de humanidad y ternura seguirá resonando más allá de su partida.

 

Homenaje de Gastón Acurio:

 

Hoy, ha partido el que miraba sin medir.

El que no preguntaba nombres,

ni credos

ni banderas.

El que abría la puerta

aunque supiera que dolía.

Francisco,

hombre justo,

hombre solo y acompañado por todos.

No vino a mandar,

vino a inclinarse.

No vino a hablar,

vino a escuchar lo que el mundo calla.

Buscaba la bondad con los ojos cerrados,

porque sabía que la bondad se esconde.

En el niño sin pan,

en la anciana solitaria,

en el corazón cansado de esperar.

No juzgaba tu dios,

ni tu amor,

ni tus dudas

ni tus ausencias

Veía en cada alma un templo,

aunque uno estuviera en ruinas.

Francisco dolía por dentro.

Se le notaba al andar,

en ese temblor que no ven los poderosos,

pero sí los que sufren.

Visitaba hospitales como quien entra a un altar.

Abrazaba al enfermo

como quien reza en voz baja.

Y se iba,

dejando atrás una lágrima tibia

y una esperanza sentada en el alma.

Luchó por lo invisible.

Por la honradez que no hace ruido,

por la justicia que no se grita,

por el abrazo entre quienes se odiaron.

Ha muerto el hombre bueno.

Y no habrá procesión más grande

que la de los corazones silenciosos.

Hoy, Dios —ese al que él veía en todos—

lo recibe,

no con tronos,

sino con el susurro de los humildes,

agradecidos.

Descansa en paz, papa Francisco,

que tu ejemplo ilumine

a quienes aún buscan amor donde ya no queda.

Que tu voz

siga sembrando luz

donde solo hay sombra.

Que tu alma,

siga hablando en el silencio,

allí, donde los hombres buenos

nunca mueren del todo. 

 

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