El 2 de diciembre de 2001, una joven de 27 años fue lanzada inconsciente y semidesnuda desde la azotea de un edificio de cuatro pisos en la ciudad española de Sabadell. Su nombre era Helena Jubany. El cadáver fue hallado por un vecino durante la mañana siguiente. El asesinato que conmocionó la localidad, aún no se ha resuelto, pero estaría cerca de hacerlo.
Durante más de dos décadas, el caso no ha hecho más que de saltar de sospechoso en sospechoso sin llegar a ningún lado, pero esto podría terminar debido al perfeccionamiento de las técnicas de análisis de ADN, que han ido avanzando en todo este tiempo y han reabierto el caso de Helena.
Gracias a eso, de todos los posibles sospechosos, ahora hay uno cuya probabilidad de ser el culpable se ha elevado notablemente. Un nuevo hallazgo ofrece un nuevo camino a recorrer para dar con el asesino de la joven, en especial con un sospechoso a quien, en un primer momento, no se le dio mucha importancia.
El cruel y misterioso crimen
El caso de Jubany no inició cuando la joven cayó desde aquella azotea, drogada con benzodiazepinas, sino dos meses más atrás. En setiembre de aquel 2001, la joven encontró en la puerta una botella de horchata y algunos postres, acompañadas de una nota misteriosa que no tuvo firma.
La bebida era la favorita de la joven Helena, así que es probable que quien le envió el detalle era un conocido suyo. Un mes después habría otro regalo: una botella de jugo con otra nota. No se sabe si bebió la botella del primer regalo, pero sí se sabe que bebió el jugo.
Tras hacerlo, se sintió mal y llevó la bebida al laboratorio para analizarla, donde señalaron que encontraron en el líquido benzodiazepinas. La intención del misterioso personaje detrás de los regalos era, para muchos, drogarla.
En las notas se hacía mención a la Unió Excursionista de Sabadell (UES), donde la joven practicaba senderismo frecuentemente. Parecía que alguno de sus compañeros (o varios, pues hablaban en plural) intentaba gastarle una broma.
Sin embargo, no tuvo miedo. Más bien, según declaró su entorno cercano, tenía curiosidad.
Todo cambió cuando la joven Helena salió a trabajar un 30 de noviembre, pero nunca llegó a su centro de labores. Al día siguiente, tenía una reunión con su padre, pero tampoco llegó, tampoco a una cita con una amiga, pactada para el 2 de diciembre.
El padre de Jubany, preocupado, llamó a donde trabajaba su hija, donde le dijeron que el 30 de noviembre no llegó a trabajar, lo que lo llevó a imponer una denuncia por desaparición. Esta permitió a la Policía local identificar el cuerpo que un vecino de un edificio de Sabadell había encontrado hacía apenas unas horas.
La cabeza se había dañado seriamente por el impacto de la caída, por lo cual no había sido posible identificarla antes.
En busca del responsable... o los responsables
Las autoridades no tardaron en relacionar el edificio desde el cual el cuerpo de Helena había sido lanzado: en el tercer piso vivía Montse Careta, una compañera de excursiones en la UES.
No tenía una coartada sólida sobre por qué no se encontraba en casa esa noche, a pesar de que se encontró la ropa de Helena en la terraza. Un primer análisis caligráfico señaló que podía ser la autora de una de las notas misteriosas, razón por la cual la detuvieron.
Más tarde, en un análisis de su piso se encontró un bote de benzodiazepinas y unas cerillas. El cuerpo de la víctima tenía quemaduras que podrían haberse producido justamente con cerillas.
Fue enviada a prisión, pero se siguió estudiando a otros sospechosos. Uno de ellos fue Santi Laiglesia, pareja de Careta y compañero de la UES, así como Anna Echaguivel, otra compañera excursionista que tenía una caligrafía relacionada a la segunda nota que recibió Helena meses antes.
Ambos fueron enviados a prisión preventiva, pero más tarde se pusieron en libertad por falta de pruebas. Montse Careta sí continuó en prisión, donde se suicidó 3 meses después.
Careta siempre mantuvo su inocencia.
Un cuarto sospechoso
Otra persona sospechosa llamó la atención de las autoridades en su momento, otro miembro de la UES, identificado como Xavi Jiménez, considerado sospechoso por 3 motivos.
La primera fue que la la propia Helena había comentado a una amiga que sospechaba que era el autor de las cartas. Asimismo, tenía un posible móvil: estaba enamorado de ella y le propuso una cita, la que fue rechazada y produjo un distanciamiento entre ambos.
Sin embargo, la tercera razón era un poco más clara: había mentido en su coartada.
Jiménez aseguró, cuando varios compañeros de Helena de la UES fueron interrogados, que la noche del crimen estuvo con un compañero de la UES en la sede de la misma organizando una excursión para el día siguiente.
El referido compañero, era Jaume Sanllehí, quien, al contrario, refirió haber estado tomando unas cervezas con unos amigos en Barcelona.
Cuando pudieron hablar entre ellos, debieron darse cuenta de la incongruencia, pues Sanllehí volvió a comisaría para cambiar su declaración y decir que se había equivocado y, en realidad, estaba con Jiménez la noche del crimen.
Sin embargo, uno de sus amigos de Barcelona insistió en que Jaume había estado de cervezas con él. Jiménez, claramente, había mentido. ¿Por qué lo haría?
El ADN, clave para las investigaciones
En la ropa con la que fue hallado el cuerpo de Helena se encontraban restos de ADN, que en 2001 no se pudieron analizar debido a que las ciencias forenses no estaban tan avanzadas como en estos días. No lograron hallar respuestas ni pistas de estos restos.
No obstante, en estas más de dos décadas, se ha avanzado mucho, sobre todo en lo referente a la secuenciación y el análisis de haplotipos.
Por eso, dada la presión de las familias de Juvany y Careta, se decidió reabrir el caso y utilizar estas nuevas técnicas. El ADN pertenece a un hombre, por lo cual se descartaría a Careta, al menos como autora material del asesinato.
Se han tomado muestras de ADN de los otros dos sospechosos: Xavi Jiménez y Santi Laiglesia. Así, se compararán con el hallado en el cadáver de Jubany.
Esto se ha hecho mediante dos tipos de análisis forense. Por un lado, el análisis de los haplotipos del cromosoma Y. Estos son grupos de variantes genéticas que se heredan juntas en un mismo cromosoma. Se utilizan habitualmente para estudiar el origen biogeográfico de una persona, ya que algunos se mantienen y suelen coincidir entre personas de áreas geográficas concretas.
Estos haplotipos pueden coincidir entre varias personas, pero pueden servir para hacer descartes.
En el caso del asesinato de Helena Jubany, los haplotipos del cromosoma Y de las muestras tienen coincidencias con el ADN de Laiglesia. Eso indica que no se puede descartar que sea el asesino.
En cambio, las discrepancias con el ADN de Jiménez indican que sí se puede descartar.
La segunda prueba que se ha realizado ha sido la de los microsatélites autosómicos (STRs). Estos marcadores son elementos formados por secuencias sencillas de ADN, de 1 a 6 pares de letras (bases) que se repiten en tándem.
Descarte de sospechosos
La cantidad de segmentos repetidos en una de estas secuencias puede variar entre personas, por lo que también puede ser una buena forma de identificar ADN. Con esta prueba, se ha concluido que es 24 veces más probable que Laiglesia y otras tres personas contribuyeran a la mezcla de ADN localizada en el jersey de Helena Jubany a que esta se hubiese producido por cuatro desconocidos de la población.
Las pruebas genéticas sindicarían a Laiglesia como el asesino de Helena, tal como, por muchos años, la familia y algunos policías han sospechado.
No se puede saber con un 100% de seguridad, pero hay motivos de sobra para volver a tomarle declaración e ir más allá sobre lo que pudo ocurrir aquella noche.
Helena habría estado dos días secuestrada, días en los que fue drogada y torturada, algo que sumado a las cartas y el intento de drogarla con jugo de fruta, podría indicar que se trató de algún descabellado juego de rol.
El ADN y la ciencia que gira entorno a este tema, sin duda, dará muchas más pistas y podría resolver un caso de violencia que ha pesado en la familia de Helena por más de dos décadas.
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