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Pedro Cárdenas, fotógrafo: “(Los atentados del 11-S) me cambiaron y para siempre”
Pedro Cárdenas es el fotógrafo peruano que estuvo, hace 20 años, en Nueva York, en aquel día fatídico en que, con atentados terroristas, se derribaron las torres gemelas. Lo registró todo en 900 imágenes.
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Pedro Cárdenas, a 20 años del 11-S. (FOTO: Fernanda Cárdenas Pérez).
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Tomó 900 fotografías. En la mochila llevaba 25 rollos marca Fuji de 36 fotos cada uno. Caminaba por las calles de Nueva York rumbo al Fashion Week, el evento central de la moda en el mundo; una propuesta que le hizo en Lima al diario El Comercio y que recibió luz verde. De pronto, en una pantalla gigante vio un edificio que en la cima echaba humo, se consumía. Y todo cambió.
Un día como hoy, hace 20 años, el fotógrafo peruano Pedro Cárdenas fue testigo del atentado terrorista a las Torres Gemelas, y lo registró desde su lente. Dos décadas después, sigue sufriendo de asma, conserva casi todos los rollos y negativos que usó aquel día que cambió la historia del mundo, es papá de Fernanda de 7 años y esposo. “Soy el señor de la casa y hoy todas las fotos son para mi hija”, me dice desde su hogar, aunque no evita la nostalgia por volver a tomar fotografías y enseñar.
Pedro tenía 20 años, estudiaba Derecho y quería ser diplomático. Pero su entonces pareja estudiaba un curso de fotografía. Le dejaron una tarea y había que sacar fotos. “Oye, por qué no agarras la cámara y tomas unas fotos”, le pidió a Pedro, que nunca había agarrado una ni había tomado fotografías. Cuando ella mostró las imágenes, la profesora le dijo que eran muy buenas, para un 20, pero le aseguró que ella no las había tomado. “Si no me dices quién tomó las fotos, te jalo y llamo a tus padres”, le dijo. Lo confesó todo y la profesora ordenó que él tenía que ir al día siguiente a aquel instituto que acogía solo a mujeres. Pedro fue. La profesora le preguntó si le gustaba la fotografía. Respondió que le gustaba dibujar, pintar. “Mire, he visto que estas fotos son muy buenas. Usted no va a terminar Derecho, usted será fotógrafo”, dijo.
-Veinte años después, ¿cuál es el recuerdo inmediato de lo que pasó aquel 11 de setiembre?
Hay una especie de nostalgia, una sensación de pena. Me gustaría haber hecho más cosas por las personas que yo veía, pero uno no puede, es tu trabajo captar el momento.
-Ibas camino al Fashion Week. ¿En qué momento escuchas o ves algo que te llamó la atención y que hizo que cambies de planes?
Estaba en el tren yendo al Fashion Week, en su trayecto tiene un momento en el que ves las Torres Gemelas a lo lejos. De pronto vi las torres y recordé que quería ir a tomar algunas fotos, porque se tiene una vista maravillosa de toda la ciudad. Ya había ido una vez, pero quería volver. Llegué a la estación que está a unas 12 cuadras del Times Square, en el centro de Manhattan, que a su vez está a unas ocho cuadras de la biblioteca, por donde sería el Fashion Week. Ya estaba yendo caminando, mientras tomaba algunas fotos, y no sé cómo volteo y veo en una pantalla gigante de la estación de televisión de la cadena ABC que pasaba imágenes de una torre quemándose. Ya había chocado el primer avión.
-¿Pero no escuchaste el primer choque?
No. Cuando vi la pantalla, rápido dije: “Esto es, acá pasa algo”. Se pensaba que era un pequeño avión que había chocado. Pero no. Empecé a tirar unas fotos ahí, a la pantalla, un señor que hablaba por radio. Y volví a pensar: “Yo tengo que ir ahí”. Es algo que tenemos que nos impulsa a hacer algo que la gente normal no hace.
-Pedro, pero tenías que ir al Fashion Week y tenías que trabajar ahí.
Nada. Nada. No, no, no. Es la noticia y te tocó a ti, no a otro. Dije: “Este es mi día, tengo que estar adentro”. Agarré un taxi y le dije: “Señor, vamos a Manhattan”. El señor me empezó a llevar y me dijo: “Tú estás loco, quieres ir ahí pero se está quemando”. Me llevó lo más rápido que pudo. Me dejó y empecé a caminar, mientras la gente venía en sentido contrario. Llegué a unas diez cuadras de la torre, y empecé a tirar las fotos. Yo ya veía que la gente iba cayendo de los edificios. Una sensación (se queda en silencio) fuerte (vuelve el silencio). En verdad, no sabes qué hacer, no tienes una respuesta: si te sientes bien o mal. Hasta que vi que se cayó una torre y se sintió como la ola del mar, que viene y bota una espuma. Segundos después se cayó la otra torre. Y se venía el humo como una ola y me escondí en unos muros de concreto. Tenía que preservar mi vida. Al rato, yo estaba todo gris y seguí disparando lo que pude, pero no se veía nada, estaba como en una neblina. Y de ahí inmediatamente, la Policía cerró todo. No podías ir más adentro. Y pensé que tenía que revelar los rollos, pero no sabía adónde ir. Me acordé que por el Rockefeller Center estaban las oficinas de la agencia AP. Una señorita de la agencia, Sally, había ido antes a Perú a dictarnos un taller. Y coincidió que ese día ella, que hablaba perfecto español, estaba en mesa de edición en AP Nueva York. Son casualidades. Si te toca, te toca.
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-¿Y el miedo dónde estaba?
Me hacía en el pantalón. Después de que se cayó todo y la desolación, empezaron a volar aviones F-16 y helicópteros, pensé: “Está comenzando la guerra, ahorita tiran una nuclear y acá se acabó el mundo”.
-¿Y te atendieron en AP?
Como me vieron cochino, de gris, dedujeron que venía del atentado. Me hicieron pasar. Sally me abrazó y me preguntó si estaba bien. Yo estaba temblando. Revelaron mis fotos y hasta me compró algunas.
-¿Pensaste volver a la zona del atentado?
En ese momento quería regresar al hospedaje, llamar a mi mamá. De repente, quería vivir, sentirme vivo, quería regresar donde mi amigo que me hospedó y verlo. Caminé hasta un puente y tomé un taxi, pero no me pudo llevar porque el tráfico era alucinante; era un colombiano y me llevó a su casa, donde me quedé a dormir, y al día siguiente me llevó a la casa de mi amigo.
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-Te pudo haber dicho: “Señor, no voy, bájese”. ¿Por qué te llevó a su casa?
Me escuchó, me vio y quizás se conmovió un poco. Y yo también me fui a su casa sin pensar que me podía pasar algo. Estaba su familia, me dieron de comer, me bañé y me dieron un lugar donde dormir. Estuve tomando fotos casi unos tres o cuatro días después. Todavía no había vuelos para salir de EE.UU. Después volví para una ceremonia por los seis meses.
-¿Cómo te cambió esa experiencia?
Me cambió y para siempre. Había estado en comisiones fuertes, pero nunca tanto, que, de verdad, en ese momento no pensé que era tan importante. Decía: “¿Pasarán 20 años y me acordaré que estuve aquí?”. Cambié la manera de ver las fotos, la manera de vivir. A veces uno vive metido en el trabajo; si era posible, ponía una carpa y me quedaba a vivir en el periódico. No me importaba formar una familia. Un tiempo después la vida me trajo a mi esposa y ahora tengo a mi hija.
-¿Después de un episodio como el 11-S se vuelve con más ganas de seguir siendo fotógrafo o no?
Estos momentos difíciles te hacen ver que tú puedes, que tienes esa estrellita, ese algo que hace que pasen las cosas. Como dice Cartier Bresson (fotógrafo francés, padre del fotorreportaje), para ser fotógrafo hay que tener los ojos, el corazón (guarda silencio y se quiebra) y el alma puestos en ese momento; tener todo, la emoción de hacer algo, que a través de tus sentidos la gente mirará lo que pasó.
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AUTOFICHA:
- “Soy Pedro Jesús Cárdenas Muñoz. Tengo 55 años. Nací en Jesús María, en el Hospital del Empleado. Estudié en el colegio Claretiano, de ahí seguí Derecho en la Universidad San Martín y luego en Toulouse tomé un curso de fotografía”.
- “Me fui dos años a Chile a estudiar fotografía profesional y de ahí entré a El Comercio, que siempre será mi casa. Uno de los momentos más importantes en mi trabajo fue cuando tomé fotos a Abimael Guzmán, cuando lo presentaron. Estuve primero, a cinco metros de él”.
- “También he estado cuando chaparon al terrorista Rincón Rincón en La Molina, en otros atentados, en la residencia del embajador del Japón; El Comercio hizo un libro que se llamó Base Tokio. Viví al costado, casi con los rehenes. Pero guardo la hoja de contacto de mi primera comisión, unas fotos que le tomé a Sonia Oquendo”.
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