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Protestas en China

Una serie de manifestaciones simultáneas contra la política de cero COVID han golpeado duro al gobierno comunista chino.

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Fecha Actualización
El pasado 24 de noviembre un incendio en la provincia de Urumqi, capital de la región occidental de Xinjiang, acabó con la vida de 10 personas. El fuego se instaló en un departamento ubicado en el piso 15 de un edificio de viviendas. Sin embargo, fue el humo tóxico, que llegó hasta seis plantas más arriba, lo que en realidad terminó causando la muerte de las personas. Una tragedia sin duda alguna, pero lo que causó realmente indignación fue saber que las pérdidas pudieron ser menores. Videos del incidente mostraron cómo los bomberos no llegaron a tiempo al lugar debido a las dificultades provocadas por las medidas de cierre en la ciudad. Y es que la provincia de Urumqi lleva una especie de confinamiento desde agosto, ya que el gobierno chino considera que aún no es momento de liberar todas las restricciones de la pandemia por el COVID-19.
Algo impensado. Urumqui, de 25 millones de habitantes, ha registrado apenas 2,500 casos de COVID desde que se inició la pandemia. Pero aún así no ha sido suficiente para escapar del confinamiento selectivo instaurado por el gobierno. La medida lleva desde hace varios meses trayendo la queja de los ciudadanos por la escasez de alimentos y otros bienes de primera necesidad, pero, sobre todo, por el encierro en sí mismo.
Y todo este malestar tuvo, como se esperaba, su punto de fuga tras el incendio del 24 de noviembre. La misma noche de la tragedia, miles de ciudadanos de Urumqui llegaron a las puertas del gobierno regional para exigir explicaciones por la muerte de las 10 personas y reclamar el fin del confinamiento.
Las manifestaciones continuaron en los días siguientes, replicándose en otras ciudades, convirtiéndose en el mayor desafío a la autoridad desde las protestas de la Plaza de Tiananmen en 1989.
PAPELES EN BLANCO
Miles de personas marcharon sujetando papeles en blanco en las calles de Pekín o Shangái, las más importantes de la nación asiática. Lo mismo en una veintena de ciudades más. Los ciudadanos usaron los últimos días de noviembre en China para reclamar por las estrictas medidas anti-COVID. Protestar con papeles en blanco es una gran ilustración de cómo se viven las protestas en este país gobernado por el Partido Comunista Chino. Los manifestantes han encontrado en este mecanismo un discurso potente. Sin letras de por medio, su mensaje resulta ser más claro aún: los quieren silenciar. Por otro lado, también resulta un dilema para los agentes policiales. ¿Se pude arrestar a alguien que lleva un cartel que no dice nada?
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A diferencia de sus pares occidentales, China aún está muy lejos de recuperar la normalidad pre COVID. El país donde se originó el virus que paralizó el mundo, no ha dejado de dictar cuarentenas desde que la pandemia estalló hace tres años. Son varios los casos documentados de personas que vieron morir a sus familiares a causa de estas medidas de Cero COVID. Por ejemplo, según reportó el ciudadano chino Zengshou a la BBC, este perdió a su bebé porque una ambulancia que debió llevar a su hijo al hospital tuvo retrasos por las restricciones del COVID. Otra mujer indicó que sufrió un aborto en la puerta de un hospital, ya que el centro médico no le dejó ingresar debido a que no contaba con una prueba de descarte. Asimismo, en Guizhou, un autobús que trasladaba a vecinos a un centro de cuarentena se estrelló, lo que causó la muerte de 27 personas.
Y si bien estos son solo algunos casos, nos dan cuenta de cómo poco a poco la ciudadanía comenzó a caer en la cuenta de los daños colaterales que traía consigo la estrategia Cero COVID implementada por las autoridades.
Desde el gobierno, solo han defendido la medida. En octubre, en medio del XX Congreso del Partido Comunista, el presidente Xi Jinping señaló que el plan Cero COVID ha ayudado a prevenir la importación de casos y los repuntes de dentro del país.
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REPRESIÓN
Pero las protestas en China no se han limitado a los papeles blancos. El último fin de semana de noviembre se presentaron varios enfrentamientos entre manifestantes y policías, que terminaron con decenas de detenidos. Incluso, un reportero de la BBC denunció haber sido golpeado por las autoridades. Un recuento de CNN registró al menos 23 manifestaciones en 17 ciudades chinas, incluida la capital Pekín y el centro financiero de Shangái. La mayoría realizadas en plazas o en las universidades.
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Pero lo más peculiar es que en las manifestaciones ya no solo se llegaban a pedir la eliminación de las políticas de Cero COVID. También se empezaron a escuchar pedidos de dimisión de Xi Jinping, reclamos al Partido Comunista, así como la exigencia de mayores libertades políticas.
Estas manifestaciones y nuevas exigencias no fueron toleradas por el gobierno, que a través de su organismo de seguridad pidió “medidas enérgicas” contra los manifestantes. Esta estrategia comprendió la realización de cercos policiales para impedir nuevas concentraciones y desalentar cualquier intento de protesta. El lunes y martes, ciudades como Pekín y Shangái amanecieron con una fuerte presencia policial; sin embargo, esto no impidió que se realicen pequeñas protestas en ciudades específicas, aunque no con la anterior intensidad.
Por otro lado, las manifestaciones también se han librado en las redes sociales. Miles de mensajes y videos de las marchas y mítines han sobrepasado el férreo control de la información en el país comunista. En redes como We Chat (la aplicación de mensajería) o Douyin (el TikTok local) se han podido ver los mensajes de protesta, a pesar del sistema censor de Internet que maneja el gobierno. En un país donde el ejercicio del periodismo y los medios de comunicación están controlados por el gobierno, las redes han posibilitado a los internautas sortear la censura.
Los reclamos han venido consiguiendo, de a pocos, el relajamiento de algunas medidas. El Gobierno ha optado por suprimir los confinamientos en varios distritos, mientras que la Comisión Nacional de Salud ha prometido que responderá a las “preocupaciones urgentes” de los ciudadanos. Sin embargo, lo anunciado hasta el momento está lejos de lo que piden los ciudadanos. Pero algo ha quedado claro: el gobierno infravaloró la voz de su pueblo.
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