La tierra volvió a temblar en Afganistán. En menos de un día, tres sismos golpearon la provincia de Kunar, al este del país, generando pánico entre la población y forzando nuevas evacuaciones en comunidades que aún no se recuperan del devastador terremoto del pasado 31 de agosto.
El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, alertó que perder el respaldo estadounidense sería un triunfo para las mafias en medio de la peor crisis de seguridad en una década.
De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el movimiento más reciente, registrado la noche del viernes, alcanzó una magnitud de 5.2 grados. Horas antes, otro de 4.5 sacudió la región, tras un primer sismo de 5.6 grados que estremeció el suelo afgano el mismo día.
Los constantes movimientos telúricos han golpeado no solo la infraestructura, sino también la estabilidad emocional de los habitantes. Muchas familias, temiendo que las viviendas dañadas colapsen en cualquier momento, han optado por dormir al aire libre o en refugios improvisados.
El impacto es alarmante: solo el sismo del jueves expuso a más de 85,000 personas a sacudidas intensas, según estimaciones internacionales, lo que refleja la magnitud de la emergencia.
Ayuda humanitaria en jaque
La continuidad de la actividad sísmica ha complicado seriamente las labores de asistencia. Organizaciones humanitarias reportan carreteras bloqueadas por desprendimientos y rutas destruidas, lo que impide el transporte de alimentos, medicinas y carpas a las aldeas más golpeadas.
El panorama es especialmente grave en un país donde 23 millones de personas —casi la mitad de la población— dependen de ayuda humanitaria para sobrevivir. Afganistán ya enfrentaba una de las peores crisis humanitarias del mundo, marcada por pobreza extrema, desempleo e inseguridad alimentaria, cuando los recientes sismos profundizaron la emergencia.
Los nuevos temblores se suman al terremoto de magnitud 6.0 del 31 de agosto, que dejó un saldo devastador: 2,205 muertos, 3,604 heridos y alrededor de 6,700 viviendas destruidas en las provincias de Kunar, Nangarhar y Laghman, según cifras del régimen talibán.
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