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2013: el costo de no tener agenda
La aprobación del presidente Ollanta Humala ha tenido una espectacular caída: en un año, de algo más de 50% a casi 25%. Esto, sin el conflicto de Conga con la intensidad del 2012, sin Gregorio Santos (Cajamarca) ni Óscar Mollehuanca (Espinar) como “insurrectos antimineros”, y, por añadidura, con un 5% de crecimiento anual del PBI.
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Santiago Pedraglio,Opina.21En el centro de este descenso no están, como algunos dicen, su propuesta de renacionalizar la refinería La Pampilla ni el duro golpe sufrido a causa del escándalo de la protección policial al operador fujimontesinista Óscar López Meneses.
No explica tampoco su descenso que la prensa no haya tratado al presidente con especial afecto, a pesar de sus esfuerzos por contentarla. De hecho, el 2006 obtuvo una espectacular votación teniendo en contra a los medios y el 2011 ganó las elecciones con casi todos oponiéndosele.
La caída obedece a la falta de una agenda con un eje reformador y, por qué no, nacionalista. No la agenda de La Gran Transformación, ciertamente, pero es un hecho que, para sostener su popularidad, al presidente no le basta el incremento del gasto en los programas sociales de emergencia.
La reciente conversión de Petroperú solo en una refinería y la transferencia de 49% al sector privado es un ejemplar indicativo de que borró todo atisbo de protagonismo del Estado en el mercado y, en particular, en la producción. Al presidente le están imponiendo la agenda económica su ministro del sector y los medios, principales voceros del empresariado más influyente.
A la carencia de una agenda propia se agrega, como producto de la desconfianza del presidente, lo reducido del núcleo con el que toma las decisiones centrales, así como la falta de promoción y su apoyo decidido a iniciativas de colaboradores centrales como el nuevo presidente del Consejo de Ministros.
¿Retomará el presidente Humala un rumbo que le permita engancharse con sus electores el 2014 o "ya fue, ya"?
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