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23 de enero
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A mitad de enero, los demócratas venezolanos llamaron a una huelga para el día 21 de enero y, luego de que se produjeran enfrentamientos en muchos sitios de Caracas, el alto mando militar decidió retirar su apoyo al dictador Marcos Pérez Jiménez. Eso sucedió un 23 de enero de 1958.
Desde entonces, los días 23 de enero representan en Venezuela un símbolo de la fusión entre civiles y militares para desalojar del poder una tiranía. La actual oposición ya aprendió que necesita de un quiebre en el alto mando militar para derrocar a una dictadura más totalitaria y bien aferrada al poder, puesto que cuenta con el sostén de centenares de asesores cubanos que han enseñado a la cúpula corrupta del chavismo no solo a utilizar una cruel represión contra quien se manifieste en la calle, sino un control casi absoluto de los militares y una venganza despiadada contra aquellos que se nieguen a seguir sus órdenes.
Después de las matanzas, torturas, persecuciones y la peor de las características que Chávez enseñó a sus sucesores (o Fidel a Chávez y este a sus sucesores): odio a su propio pueblo cuando este se revierte contra ellos, era de esperar que el llamado de Juan Guaidó y de los miembros de la legítima Asamblea Nacional (AN) para tomar las calles y protestar el 23 de enero sería seguido por represión por parte del régimen.
A diferencia de otros momentos de luchas democráticas, la oposición cuenta con legitimidad internacional hacia la AN y al presidente de transición, Guaidó. Eso y el astuto decreto de los diputados al ofrecer amnistía a los militares que se rebelen al gobierno inconstitucional de Maduro son factores que podrían hacer la diferencia para que se logre el objetivo de salir de la pesadilla que Chávez legó. Amén.
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