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El Ministerio de Economía y Finanzas reveló el último domingo una realidad que pocos parecen conocer en el Perú, pero que cada tanto se vuelve contra el país con mayor capacidad destructiva. El pésimo nivel de ejecución de los gobiernos locales y regionales de los presupuestos asignados para prevención y emergencias.
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El Ministerio de Economía y Finanzas reveló el último domingo una realidad que pocos parecen conocer en el Perú, pero que cada tanto se vuelve contra el país con mayor capacidad destructiva. El pésimo nivel de ejecución de los gobiernos locales y regionales de los presupuestos asignados para prevención y emergencias.
En el caso concreto de Piura, esta tara histórica supera ya los ribetes de lo dramático para convertirse en simplemente catastrófica. Si las actuales lluvias, desbordes y huaicos han castigado tan severamente a su población es, también, por la irresponsabilidad, la incompetencia y, cómo no, la venalidad de sus autoridades.
Una cosa son los desastres climáticos a gran escala, pero otra la falta absoluta de previsión ante la posibilidad de alguno de estos eventos, que, por lo demás ocurren con relativa frecuencia en la zona.
Lo que los gobiernos subnacionales han gastado del presupuesto que les asignaron para estos fines, no llega ni al 13%. Es ya una verdad gigantesca, como hemos dicho, que los alcaldes y gobernadores emplean mal los dineros públicos.
Sin embargo, en esta coyuntura de crisis y emergencia social, no basta con recordar la cantidad de dinero transferida desde el gobierno central.
Esos recursos deben transferirse atados a una suerte de “pack” de gestión y al traslado incluso de equipos técnicos multidisciplinarios para que se gaste honrada y eficientemente. De lo contrario, nada cambiará.
Más empatía y ponerse en los zapatos de la autoridad que necesita y pide apoyo no debería ser una exhortación, sino una obligación para el Ejecutivo. Un economista con experiencia en la administración pública, como es el exministro Luis Miguel Castilla, ha sido meridianamente claro: “No es suficiente con transferir dinero a las regiones, el Ejecutivo también debe acompañarlas a ejecutar”.
Un seguimiento que no se limite, pues, a la –asimismo– imprescindible fiscalización rigurosa, sino que se extienda a labores de capacitación y asesoramiento permanente de funcionarios y técnicos locales. Lo que se dice “crear y dejar escuela” en cada zona, distrito o región.
Ese es el gran cambio de chip que el Perú requiere, y el único modo de lograr avances duraderos en las administraciones subnacionales.
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