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Actuar y también reflexionar
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Cuando los países desarrollados las están viendo negras para enfrentar la pandemia del COVID-19 porque no tomaron a tiempo las medidas necesarias y porque, incluso con infraestructura de saneamiento, transporte y salud óptima para tiempos normales, no están en capacidad de atender adecuadamente a la población enferma, aterroriza pensar qué podría ocurrir en el Perú si no tenemos éxito en contener el contagio.
Pensemos en esa población urbana, que vive hacinada, tal vez con toda la familia en un cuarto y no tiene acceso a agua ni a saneamiento; que trabaja en el sector informal y tiene que recurrir a servicios de salud pública que no tienen el personal ni la infraestructura ni los medicamentos para atenderlos. Pensemos en aquellos que, aun enfermos, no pueden dejar de trabajar porque el día que no lo hacen no cobran y no tienen cómo alimentarse. Pensemos en quienes tienen que usar transporte público: ¿les pediremos que guarden más de un metro de distancia del otro pasajero?
Ojalá haya en esa Comisión Multisectorial de Alto Nivel alguien que haga ver a las autoridades que no podemos continuar indiferentes cuando un gobernador regional inepto toma decisiones que afectan la salud pública; o cuando un funcionario decide no recibir una obra que provee agua potable a una población que no la tiene; o cuando, válidamente, el temor de las consecuencias de un error de forma, hace que sea más seguro dejar de hacer lo correcto.
Pensemos si nuestra realidad no merece tener como hábito las medidas que tengamos que adoptar para enfrentar esta crisis y en qué quisiéramos haber tenido y no tenemos a pesar de que los recursos estaban disponibles.
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