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El periodo sanmartianiano
Columna de Aldo Mariátegui
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Como historiador aficionado, nunca he entendido por qué celebramos nuestra independencia cada 28 de julio. La guerra civil (porque eso fue ese conflicto, entre peruanos realistas y separatistas, con intervención extranjera) estaba muy lejos de terminar cuando José de San Martín (JdSM) la proclamó en 1821, pues este solo ocupaba Lima. JdSM –quien hablaba como español porque había estado la mayor parte de su vida allá y vivía bajo los sopores del opio– tuvo a favor hechos ajenos que le favorecieron mucho: la audaz captura de la fragata “La Esmeralda” por Cochrane (quien despreciaba a JdSM por timorato), la inesperada deserción del importante batallón realista Numancia, la quiebra del fisco realista local, la broncaza interna entre el dubitativo Virrey Pezuela y sus generales (que le derrocan por La Serna) y la traición del intendente Torre Tagle a Pezuela, quien entregó el norte peruano a JdSM (después TT increíblemente traicionaría a los separatistas tras ser su presidente. Acabaría muriendo como refugiado de los españoles en el Real Felipe). Salvo campañas aisladas, como de Arenales, JdSM nunca quiso enfrentar en batalla a los españoles.
Su año como gobernante del Perú fue un desastre: pésimo gestor, permitió los incesantes robos y atropellos de su lugarteniente Monteagudo (tipo muy resentido contra la élite local y los españoles residentes por ser de raza negra), lo que le hizo muy impopular en Lima. Al final, Monteagudo es defenestrado (luego sería asesinado) mientras se da la cumbre JdSM -Bolívar en Guayaquil (donde claudica en todo ante el venezolano) y JdSM se aleja, poco querido, del Perú. Entonces, si vamos a adoptar al periodo sanmartiniano como “independiente” (una ficción), lo más cuerdo sería celebrar la primera proclamación independentista del balcón de Huara (27/11/1820). Claro, todo esto ni te lo enseñan en el colegio…
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