Perú es un país estresado. Vivimos en un torbellino de ansiedad que sofoca y nos envuelve en una vorágine de incertidumbre. Esa ansiedad se ha convertido en un enemigo silencioso que no da tregua en el deterioro de la salud emocional y ha llevado al Perú a ocupar el primer puesto en niveles de estrés en la región. Somos, también, número uno en el ranking de ansiedad, superando a Nigeria. Sin duda, no es motivo de orgullo, sino una señal de alerta que refleja el caos que se percibe en cada rincón del país.
La inseguridad ciudadana mata a balazos y el miedo nos consume lentamente. El 68% de los peruanos vive en ansiedad y la población más golpeada se encuentra en los sectores C y D, según un estudio entre 30,000 personas de 39 países en el mundo, realizado por las consultoras Voices, la Worldwide Independent Network of Market Research (WIN) y Datum Internacional 2024.
A la vez, según el registro de atenciones en el Ministerio de Salud, las cifras más preocupantes se dan en Lima, el Callao y el sur del país. La vida de millones de peruanos se ve atrapada entre la depresión, el estrés agudo y la ansiedad.
Sobrevivimos a la delincuencia, a la falta de oportunidades, a la ausencia de autoridades. La tranquilidad ha sido desplazada por la tensión diaria por el ambiente hostil, que incrementa el deterioro de la salud mental. No se trata solo del desempleo, sino de aquellos que, aun teniendo un trabajo, se sienten desmotivados. El llamado burnout (‘estar quemado’) empieza a asomar, sobre todo en personas entre los 16 a 29 años, y es nuevamente Perú el que ocupa los primeros puestos de trabajadores tristes y estresados en Latinoamérica, según otro estudio de la State of the Global Workplace: 2024 Report, de la consultora Gallup.
El ‘burnout laboral’ es un estado que se caracteriza por agotamiento físico, emocional y mental en el trabajo. Se ha vuelto común encontrar a jóvenes desanimados y presionados por cumplir con las expectativas sociales y personales, lo que, además de afectar su salud, impacta de manera negativa en la productividad de las empresas que tampoco cuentan con políticas de incentivo.
Según el estudio de Gallup (160 países), Perú ocupa los primeros lugares en el ranking de empleados con insatisfacción laboral: estrés, tristeza, enfado y falta de compromiso. Este último indicador es el más llamativo: el país ocupa el segundo puesto, por debajo de Bolivia, entre los trabajadores con mayor intención de marcharse de sus empresas. Venezuela se ubica en el tercer lugar. Es un registro desolador.
Las cifras en salud mental son alarmantes y no deberían quedar en una estadística más, porque detrás de cada porcentaje está en juego la vida de millones de peruanos. Los datos son un espejo que tiene como sello historias de ansiedad y sufrimiento. Es urgente abordar la salud mental como un compromiso de todos y para todos.
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