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Injustificable cierre del Campo de Marte
Columna de Augusto Rey
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Varias de las medidas restrictivas para controlar el avance de los contagios, disminuir el factor R y evitar el colapso de hospitales parecen sensatas. Pero por cada disposición atinada, se han aprobado unas cuantas vulgarmente absurdas, contrarias al más mínimo sentido común y ciegas ante la evidencia más aceptada. Una de ellas, por ejemplo, es regalo de Jorge Quintana, alcalde de Jesús María: mantener cerrado el Campo de Marte para “prevenir el riesgo de contagio”.
Si algo tiene consenso luego de casi un año de pandemia es que los lugares con menos riesgo de contagio son los espacios abiertos, donde sopla el viento y las partículas virulentas pierden potencia al ser dispersadas. Eso sin contar el beneficio a la salud mental que trae sentarse un rato en una banca al aire libre, jugar con tus hijos fuera de un departamento de 60m2 o caminar lejos de los bocinazos limeños.
En un momento de luto y angustias, en una sociedad aterrada de hablar sobre las emociones y la salud mental, es un crimen que los alcaldes se esfuercen en quitarnos los pocos espacios de acceso gratuito que, usados con distanciamiento físico, son el lugar más seguro para estar.
Cerrar un parque es la sonsera más grande que cualquier alcalde podría hacer. En Jesús María operan centros comerciales, gimnasios y casinos que, incuestionablemente, son más riesgosos. ¿Por qué cerrar el Campo de Marte? Los mismos propietarios de esos espacios comerciales deberían exigir al alcalde abrir ese megaparque para que no sea tan evidente el trato diferenciado. Romper la cadena de pagos es terrible, pero también lo es quitarle a la gente el acceso a espacios gratuitos y seguros. Si se trata de controlar aforos, para eso están los serenos. El alcalde tiene que hacer su trabajo. ¿O será que está cerrando los espacios públicos para que a las familias no les quede otra que ir a consumir a los espacios comerciales?
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