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¿Mejor hagamos como si no existieran?
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La reacción erizada de algunos por un video de Aprendo en Casa que habla de los grupos de poder es bastante reveladora. ¿Creen que estos grupos no existen o es que les asusta que jóvenes lo sepan? ¿Será que les da miedo saber que hablan de ellos? Me encantaría saber cómo explicarían la discriminación rampante de nuestro país sin hacer referencia a las estructuras económicas, sociales o raciales sobre las que se ha levantado nuestra sociedad.
Debería darles una pista que Perú, un país ampliamente mestizo y quechua, tenga una clase dirigente mayoritariamente blanca, que en realidad solo representa cerca del 5% de la población. Como limeño blanco y con apellido importado, no me excluyo de esa desigualdad. Negar que esas condiciones heredadas me han facilitado muchas cosas sería pretender tapar el sol con un solo dedo. El asunto no es esconder tus privilegios, sino qué haces con ellos.
Hablar de grupos de poder no tiene nada de radical, marxista o resentido. Es un reconocimiento de la realidad que nos ayuda a entender que las medidas del gobierno afectan y benefician a ciertos grupos sobre otros, y a subsanar las desigualdades. Los mismos informes del Banco Mundial y otras multilaterales se aproximan a los desafíos globales desde una perspectiva del poder para entender mejor las realidades nacionales.
A raíz de esto recordé que hace poco aprendí que en la mayoría de variantes del quechua no se usan las vocales e y o. Por eso, quienes tienen al quechua como su primera lengua, cuando hablan español, suelen convertir el sonido de la e y o a i o u, respectivamente. Como en Lima se excluyó siempre lo andino y no se promovió (e incluso rechazó) la enseñanza del quechua, no todos lo saben. Mucha de la discriminación lingüística que nos aqueja nace de esa combinación de rechazo e ignorancia. Estamos siglos tarde en la tarea de subsanarla.
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