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Beto Ortiz: La caída del inca
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Siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar a un Presidente esposado.
Es horrible ser un prófugo del mundo. Esas ganas desesperadas de cambiarte de cara y de nombre, de convertirte en otro. Esa angustia de que, por muy lejos que te vayas, la Interpol puede estar tras tus pasos. Esa urgencia de tener que pasar desapercibido en todas partes y esa certeza de que no estarás del todo seguro en ninguna. Esa imposibilidad de regresar a casa, finalmente, a tu país. Leo las últimas noticias de hoy sobre Alejandro Toledo y creo que sé cómo se debe estar sintiendo. Conozco esa sensación. No podría decir que lo compadezco pero tampoco he descorchado una botella de champán. Por razones bastante distintas –una denuncia periodística que hice contra él en el año 2003– yo estuve en una situación muy parecida a la suya, aunque no me iba llevándome un costal de dólares al hombro. Entonces él era el Presidente de este país y yo había terminado en la triste condición de reo ausente por denunciarlo, razón por la cual los Estados Unidos de América me concedieron asilo político. Para protegerme de las posibles represalias de su gobierno. En aquellos días, de ellas me defendía el Instituto Prensa y Sociedad –IPYS– que era una organización valiente que realmente asumía la defensa de los periodistas bajo amenaza. Quince años después –travesuras del destino– el reo ausente (y el que está a punto de alegar "persecución política") es Toledo y uno sigue siendo uno más de los muchos testigos que, uno a uno, los contempla aparecer, encumbrarse y luego, caer. Aunque no deja de ser didáctico, quizás el paralelo sea un poquito extremado porque rodar por el mundo con veinte millones de dólares debe ser bastante menos trágico que rodar por el mundo sin un mango, aunque llega un momento –un extraño momento– en que el dinero ya no sirve para nada.
Escucho a Toledo haciéndose el borracho en la entrevista telefónica con Chela Villasís. Lo escucho engolarse todito para decir: "rotunnnda, rotunnndamente" y siento que finge, como siempre, como cuando contesta el teléfono diciendo que el doctor Toledo no está, que ha salido. No, no ha chupado esta vez, solo se está haciendo el huasca que es una manera práctica de hacerse el loco o el estúpido, respondiendo a todas las acusaciones de coima con la misma pregunta: "¿A pedido míooo?". Mientras eso ocurre, un fiscal hace efectivo el insólito allanamiento de la telúrica casa de La Molina, la misma casa-museo atiborrada de arpilleras, pututus y mascapaychas en la que ha recibido a la prensa cientos de veces, en campaña. ¿Qué cosita nomás esperaban encontrar allí, los fiscales?, ¿momias de Paracas en el garaje?, ¿una bóveda con lingotes de oro como la de los Kirschner?, ¿cartas de amor con Lucrecia Orozco o con Lady Bardales? Háganme el favor, ¿puede alguien creer que, tras tantos años de acusaciones, iban a dejar, por toda la casa, evidencias al alcance de todos? Imposible. ¿Y esas románticas fotos del Facebook de Elianne con el Saint and Sacred en plan "aquí, tan enamorada, en Avenue des Champs Élyseés "? Atención. Capítulo Uno del Manual del Fugitivo: Jamás te tomes fotos. Capítulo Dos: Jamás compartas tu ubicación con nadie. ¿No les parece que, si Elianne pone fotos suyas en París es una razón suficiente para estar convencidos, precisamente, de que NO están en París? Y, sin embargo, en las redes sociales ya había entusiastas tratando de establecer en qué vuelo podrían estar embarcándose desde el Charles de Gaulle a Tel-Aviv, bajo el supuesto de que –por matrimonio– Toledo iría a esconderse allá porque tendría nacionalidad israelí. Pero parece que no la tiene y su otrora maestro y guía, el Primer Ministro y Premio Nobel de la Paz Shimon Peres ya no está más, murió en setiembre del año pasado, de modo que, lo más probable es que la parejita se encuentre en sus habituales dominios de California donde nadie –ni Donald Trump– lo va a proteger una vez que se dicte su orden de captura internacional.
Pero ahora que a Toledo ya le cayó la mancada, toca preguntarse: ¿dónde están sus apóstoles, sus eternos escuderos, sus incondicionales, su prensa ñusta? ¿Eh? ¿Dónde? Porque un Presidente de la República no podría haberse levantado todo ese billete él solito, ¿o sí? Claro que no. Para levantarse en peso veinte palos verdes hace falta mucha, pero mucha ayuda. Y es aquí donde toca pedirle al secretario del Tremendo Juez de Tres Patines que llame a audiencia pública y cite, por ejemplo, al pro-hombre, al prócer de la Patria, Popy Olivera, su Ministro de Justicia que, en providencial video de archivo de "La Ventana Indiscreta" de Cecilia Valenzuela, se jacta de haber destrabado la firma del contrato de la Interoceánica. Al celebérrimo Adam Pollack y al no menos omnipresente "jefe de seguridad" Avi Dan On. Al popular "Chicle", Willy Gonzáles Arica, su secretario personal y, por supuesto, a doña Anel Townsend, la severísima perseguidora de la –ejem, ejem– corrupción. A su protegido Luis Alberto Chávez, consejero de prensa y hombre de absoluta confianza. A José Javier –"El Negro"–Ortiz, su Ministro de Transportes y Comunicaciones. A David Lemor, su Ministro de Producción. A René Cornejo, entonces cabeza de Pro-Inversión. A su Ministro del Interior Javier Reátegui y, muy especialmente, a su viceministro Richard Díaz, el hijo de Edwin "Cucharita" Díaz, quien fuera la cabeza del SIN de Montesinos, más conocido como "Cucharita Junior" quien –oh, albricias– dejó el gobierno de Toledo para irse a trabajar… ¿adónde? Pues, adivinaron, a Odebrecht, directo y sin escalas, dejémonos de hipocresías.
¿Y cómo haríamos con los coleguitas que no necesitaron máscara antigás para pasar por caja a cambio de "arriesgar sus vidas" en la heroica cobertura de la Marcha de los 4 Suyos del 2000 en la que se gastó apenas un poquito de todo el billete que el magnate George Soros depositó en la cuenta del sobrinísimo Coqui Toledo? ¿Se acuerdan? Quiénes serán, ¿no?, ¿dónde estarán ahora que ya no se fajan más por la democracia? Ahora que ya cayeron todas las caretas, ya se entiende perfectamente por qué Roxana Cueva y Marco Vásquez de "Panorama" no se ganaron el Premio de Periodismo IPYS –auspiciado por Odebrecht– por el espectacular destape de Ecoteva. Ecoteva fue el hilo de la madeja que llevó hasta Maiman. Y Maiman llevó hasta la raíz del mal. ¿Odebrecht iba a premiar una denuncia contra Odebrecht? Jamás se lo iban a ganar, pues, estimados colegas, jamás.
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