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Buena para él, mala para mí
“Que Marita Barreto esté otra vez a la cabeza del equipo de fiscales que investigan los actos dolosos en esos círculos de poder es –entre tanto desaguisado parlamentario y judicial– una buena noticia para el Perú y su democracia”.
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Después de dos semanas de haber sido retirada irregularmente del cargo de coordinadora del Equipo Especial de Fiscales contra la Corrupción del Poder (EEFCP) por la entonces fiscal de la Nación Patricia Benavides, la fiscal provincial Marita Barreto finalmente fue repuesta en el cargo.
Una decisión que Perú21 saluda sin reservas, pues su salida fue consecuencia directa de las maniobras desesperadas de su suspendida jefa por ocultar las oscuras negociaciones con conspicuos miembros del Parlamento que acababan de ser puestas en evidencia.
Fue durante el breve interinato de Pablo Sánchez que tuvo lugar la reversión de una medida que se vio claramente como una venganza de Benavides. La fiscal Barreto, como se sabe, había iniciado una investigación a su exasesor Jaime Villanueva por la trama de compra de votos en el Congreso a cambio del archivamiento de denuncias.
Al enterarse de que los magistrados ya iban por él, la entonces fiscal de la Nación ordenó – entre gallos y medianoche: la madrugada del lunes 27 de noviembre último– la inmediata destitución de Barreto, desencadenando una crisis de proporciones en el Ministerio Público (días antes el órgano de control del Ministerio Público, aparentemente por encargo de Benavides, había suspendido al fiscal especial Rafael Vela, encargado de las investigaciones del caso Lava Jato).
Recordemos que Benavides había nombrado a Marita Barreto como líder del EEFCP cuando había que investigar a Castillo y era necesario ir a fondo con las pesquisas. No calculó para nada que, tratándose de una fiscal valiente y honrada, no iba a tener contemplaciones con nadie. Y, en efecto, apenas puso los reflectores sobre su jefa, sucedió lo que todos conocemos.
Olvidó Patricia Benavides que el encargo era la lucha contra la corrupción en el poder, más allá de quién lo detentara. Es justamente la tarea que Barreto cumplió escrupulosamente hasta el último día que se mantuvo en el puesto: perseguir a los malos elementos enquistados en las altas esferas de las instituciones públicas.
Que Marita Barreto esté otra vez a la cabeza del equipo de fiscales que investigan los actos dolosos en esos círculos de poder es –entre tanto desaguisado parlamentario y judicial– una buena noticia para el Perú y su democracia.
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