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Calentando motores
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Una de las promesas del gobierno peruano, según leí, consiste en mejorar su respuesta ante la violencia de género. Asumo que ya está calentando motores, pues no hay tiempo que perder.
Estamos a un mes del 8 de marzo. Serán millones las personas que salgan a las calles con las consignas habituales. Nos emocionaremos con el recuerdo de las mujeres asesinadas. Los gobernantes, ávidos de popularidad, se sumarán con declaraciones pomposas que juegan a ser emotivas. Pero, detrás de todo ello, ¿hay verdadera voluntad política de tomar medidas efectivas y no simplemente efectistas?
Hace poco escuchaba a un alto gobernante decir que esto era una “epidemia”. Primer problema: la violencia machista no es una epidemia. Es una lacra, una que no conoce de fronteras ni de culturas ni de razas. Diría (y es un atrevimiento mi conjetura) que depende, sobre todo, de las circunstancias. Pues bien, para mitigar esas circunstancias, y en aras de que la ley cumpla su rol preventivo, es preciso que sea eficaz.
Hay que legislar teniendo presente la inmediatez que se requiere en estos delitos. Donde los delincuentes suelen actuar por sorpresa y donde a la víctima le cuesta dar el paso de denunciar. Por ello, una estrecha colaboración de jueces, fiscales y policías es básica. Ellos pueden buscar formas de agilizar el trámite. Hay que contar (y obligarla a actuar) con la clase médica, que debe ser activa antes que pasiva ante esta lacra.
La agilidad procesal beneficia a todos: al injustamente denunciado, para se reconozca de inmediato su inocencia. A la víctima, porque es su vida la que corre peligro, y a la justicia, porque justicia tardía, (y esto vale para cualquier rama del Derecho) no es justicia. Es otra cosa.
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