Noventa y cinco cortos se presentaron a concurso, que tuvo preselección y decisión del jurado. Ganó en el rubro de ficción Ovejas y lobos, de Alex Fischman, con Sylvia Majo y Aníbal Lozano. Una campesina de los Andes busca a su hijo adulto en un pueblo sometido por el miserable terror de Sendero Luminoso. La excelencia estética de esta obra nos sobrecoge al mismo tiempo que trágicamente nos fascina. En el género documental, ganó Mientras todo iba pasando, de Arón Nunez-Curto y Sandra Rodríguez, sensible testimonio de una chica que brinda acompañamiento a dos amigas que abortan clandestinamente en Lima. El premio del público fue para El espejo del valle, de Alejandra Gómez, relato sobre la identidad y la pérdida inspirado en una leyenda quechua. Personalmente, una de mis obras favoritas fue Comecabezas, filme fantástico y drama psicológico, que dirigió Francisco Ríos Telles y contó con la dirección artística de Gressy Merino y la enérgica actuación de Gabriela Gutiérrez. Durante el festival, además, se proyectaron cuatro largometrajes nacionales vinculados al doloroso tema de los derechos humanos.