Hace unos días CNN reveló que el vicegobernador de Carolina del Norte, Mark Robinson, había participado en el foro pornográfico Nude Africa, donde se definía como un “pervertido” y “un negro nazi”, y añoraba el retorno de la esclavitud. Robinson, afroamericano, es candidato por el Partido Republicano al puesto de gobernador del mismo estado y ha sido comparado por Donald Trump con Martin Luther King Jr. En el foro, sin embargo, Robinson llama al luchador por los derechos civiles “bastardo comunista”. Conocido por defender los baños de mujeres de la intrusión de mujeres transgénero, el candidato confiesa que en su juventud espiaba a las chicas de catorce años mientras se duchaban. La noticia interesa por diferentes motivos, uno de ellos es la reiterada aparición de confesiones de autoridades que recurren al ámbito de la pornografía. Es como si esta les resultara necesaria para decir lo que cada día es minuciosamente reprimido.
En 1857, el fiscal Ernest Pinard denunció a Gustave Flaubert por corromper la moral de sus lectores con Madame Bovary. El abogado defensor argumentó, siempre en el plano moralizante, que el sórdido destino de Emma era una advertencia para que las mujeres se portasen bien. El libro se salvó y tuvo buenas ventas. Unos meses más tarde, Pinard llevó al banquillo de los acusados a Charles Baudelaire, por las escenas sexuales evocadas en Las flores del mal. Significativamente, el fiscal Ernest Pinard era el secreto autor de versos brutalmente obscenos. Esto nos lleva a un tema que retorna en la historia: la figura del inquisidor puritano, perseguidor de conductas sospechosas, vigilante imperioso de la moral ajena, que, para asombro universal, termina por revelarse como un oscuro practicante de aquello que públicamente condena. Pero además encontramos el uso de la pornografía como espacio de liberación para estos personajes.
¿Por qué Robinson ahora y Pinard en el pasado recurrieron a ese canal? Ambos son incapaces de controlar su necesidad de expresión, pero además esta requería la crudeza, violencia y exposición explícita que caracterizan a la pornografía y la diferencian del erotismo. Parecería que estos personajes, poderosos y desesperados a la vez, son ajenos a ese proceso que Sigmund Freud llamó sublimación, la elaboración artística de su deseo. También podríamos ver en la persecución de Flaubert y Baudelaire una proyección por parte del fiscal.