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Nuevo gabinete, reactivación y PBI
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Las cifras, aunque esperadas, no son alentadoras. En marzo, el PBI cayó 16.6%, en abril lo hizo en 40.5% y en mayo en 32.8%. Se espera una cifra en torno de -25% para junio y la proyección de 2020 se ubica entre -10% y -15%. El nuevo gabinete tiene dos retos: por un lado, detener los contagios y, por otro, reactivar la economía al mismo tiempo. La reactivación se mide por los aumentos en el PBI.
En primer lugar, el PBI es un indicador que mide cuánto produce una economía. El aumento del PBI de un periodo a otro se denomina crecimiento económico; la caída se llama recesión. La economía peruana creció 2.2% en 2019 y, desde que se decretó la cuarentena el 15 de marzo, se encuentra en caída libre.
En segundo lugar, la evolución del PBI se mide a través de la comparación de igual periodo del año anterior. Entre enero y mayo de este año, el PBI acumuló una caída de 17.3%, lo que significa que produjo 17.3% menos que igual periodo de 2019.
En tercer lugar, el crecimiento económico solo significa que se produce más. De ahí que sea solo un medio y no un fin en sí mismo. El fin de cualquier estrategia es el aumento del bienestar de los habitantes de un país. Crecer es producir más, desarrollar es mejorar la calidad de vida. Un país puede crecer pero no desarrollar. Por lo tanto, el eventual crecimiento que ocurrirá en algunos meses por sí solo no mejorará la educación ni la salud.
En cuarto lugar, la variación del PBI no mide bienestar, pero sí está conectado, a través de dos canales. El primer canal señala que si se produce más, siempre aumenta el empleo. El mayor empleo lleva a mayor ingreso y, por ende, a mayor demanda por bienes y servicios que elevan el bienestar, pero, ¿es así? No necesariamente; por un lado, el avance tecnológico está originando que la mayor producción se logre con un uso más intensivo de máquinas y tecnología, pero no de personas; el resultado es que aumenta el PBI, pero no el empleo. Por otro lado, si los niveles de educación y salud son de baja calidad, no todas las personas son “empleables”. Quieren trabajar, pero no tienen las competencias educativas ni el estado de salud para acceder al empleo; es decir, no están preparadas para tomar los empleos. De ahí que las reformas en los sectores de educación y salud, las grandes ausentes de los últimos 50 años, sean fundamentales para tener un capital humano que pueda sostener el crecimiento futuro.
El segundo canal es el siguiente: como el crecimiento significa producir más, entonces lleva a un aumento de la recaudación tributaria y, por ende, de la capacidad de gasto del gobierno. ¿Qué ocurre si el gobierno no sabe cómo gastar los recursos que le ‘entrega’ el crecimiento económico? En ese caso, de nada serviría que el gobierno tenga más recursos si no sabe cómo usarlos para elevar el bienestar.
No confundamos los resultados económicos, uno de los cuales es el PBI, con los sociales, que son los que les importan a las personas. El crecimiento económico es una condición necesaria pero no suficiente para elevar el bienestar. Y eso marca la agenda post-COVID-19. No solo crecer.
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