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Crecimiento económico y calidad de vida en el Perú

“Que el Gobierno tenga más dinero no significa necesariamente que sea bien utilizado. Es clave que la gestión de los recursos sea eficaz y eficiente para que se refleje en la satisfacción de necesidades inmediatas”.

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La economía peruana está creciendo: en 2024 lo hizo en 3.33% y en el primer trimestre en 3.92%. Sin embargo, el malestar de la población cada día crece más; reflejo de ello es el casi nulo nivel de aprobación de la presidenta y del Congreso. No tengo ninguna duda de que el bienestar es esquivo para una gran mayoría de peruanos Entonces, ¿para qué sirve crecer? Muchos dicen algo así: “Te lo dije, el libre mercado no genera bienestar”. ¿Es correcta esa afirmación? Mi respuesta es no. Para comprenderlo debemos entender cómo se relaciona el crecimiento con el bienestar. Veamos.  

Crecer es producir más y se mide por los aumentos del PBI; no es igual a desarrollar, que se vincula con la mejora en la calidad de vida. Imaginemos que Perú comienza a crecer de manera sostenible. ¿Se reflejará en una mejora en el bienestar para todos? Depende.

Existen dos canales que conectan el crecimiento con el bienestar. En primer lugar, un hecho estilizado de cualquier economía es que el crecimiento genera un aumento de la recaudación tributaria y, con ello, eleva la capacidad de gasto del Gobierno; en algunos países con mayor informalidad, como Perú, será menor que en otros. Por eso, se señala que el crecimiento económico financia el gasto público; es decir, le entrega el dinero al Gobierno para que lo use en lo que decida.  

Ahora bien, que el Gobierno tenga más dinero no significa necesariamente que sea bien utilizado. Es clave que la gestión de los recursos del Gobierno sea eficaz y eficiente para que, de esta manera, se refleje en la satisfacción de necesidades inmediatas de los ciudadanos. Me refiero a usar mejor el dinero en educación, salud, seguridad ciudadana, etcétera; no en más empresas públicas ni en proyectos que no tienen ninguna rentabilidad privada ni social, sino en aspectos que mejoren la calidad de vida de todos. Por ejemplo, que los hospitales y las postas públicas de todo el país tengan todos los medicamentos necesarios.  

En segundo lugar, se presume que, como crecer significa producir más, entonces, si se produce más, se contratarán más trabajadores, es decir, aumentará el empleo. Parece lógico, pero cuánto empleo se genere depende de dos aspectos. Por un lado, tienen que existir ciudadanos adecuadamente educados y capacitados para ser contratados por las empresas —aquí tanto la educación como el desarrollo de las denominadas competencias blandas son claves—. Por otro, no todos los sectores generan el mismo impacto sobre el empleo. Algunos usan más tecnología que otros y, como consecuencia, para producir más no requieren muchos más trabajadores, sino más máquinas. Además, leyes bien intencionadas que buscan proteger a los trabajadores generan el efecto contrario. En economía lo que parece bueno no siempre lo es.  

Los ciudadanos no ven el PBI y tampoco les impacta que los gobiernos se refugien en el hecho de que la economía está creciendo; poco o nada les importan los “grandes números”, pues lo que buscan es que se solucionen los problemas relacionados directamente con su bienestar. Si le preguntamos a cualquier persona cuáles son sus principales problemas, ninguno responderá que le preocupan las menores exportaciones o el lento crecimiento del país. Lo que sí le angustia son otras cosas, como el logro de un ingreso razonable, empleos adecuados, la reparación de las pistas, el tráfico caótico de nuestras ciudades, las precariedades de los sectores de educación y salud, la seguridad ciudadana, etcétera.

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