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Tarata y la Cantuta
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Dos grandes tragedias que llegaron a enlutar a 35 familias: veinticinco en Tarata y diez de la Universidad La Cantuta. En Lima se sufría las fuertes explosiones de los coches-bomba del terrorismo senderista (fueron más de 20) y también muchos otros atentados con paquetes explosivos, desde febrero hasta julio de 1992.
Fue una “campaña” del PCP-SL en Lima iniciada con el paro armado en Villa El Salvador el 14 de febrero y el atroz crimen de María Elena Moyano al día siguiente. Culminó con la explosión de un coche-bomba cargado con cerca de 300 kilos de dinamita y Anfo en la calle Tarata, en Miraflores, que mató a 25 personas, dejó a muchas más heridas y viviendas destruidas. Según Abimael Guzmán, esa campaña de muerte y destrucción tenía como objetivo llamar la atención internacional y hacer creer que SL estaba a punto de tomar el poder para que intervenga EE.UU. En el documento “Por un acuerdo de paz y sentar bases para el segundo Congreso”, se lee: “¿Acaso creíamos que se iba a tomar Lima? El objetivo era que el imperialismo yanqui interviniera con sus tropas para poder convertir la guerra popular en una guerra de liberación nacional”.
Los muertos de La Cantuta (ocho estudiantes y un profesor), como se mostró después, fueron la cruel respuesta equivocada a los terroristas de que se iba a devolver “golpe contra golpe”. Se le encargó a la Dirección de Inteligencia (grupo especial de Martin Rivas) su cobarde ejecución. El general Pérez Documet no tuvo nada que ver en este caso.
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