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El chino expiatorio
“Es arbitrario, injusto y cruel que no le dejen en paz durante lo que le queda de vida, y lo hacen tirando a la papelera el indulto”.
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Envían de vuelta al ex presidente Alberto Fujimori a la prisión de Barbadillo a sus 80 años, muy enfermo y después de diez años de cárcel. En su balanza hay grandes errores, pero también grandes contribuciones. Lo decide el Poder Judicial, a pesar de un indulto presidencial de por medio y de un juicio en el que no se respetó el debido proceso. Y no nos llamemos a engaño porque Poder Judicial no es lo mismo que justicia; no la hay cuando abundan los jueces que venden sentencias judiciales y la prueba es que, según el Informe de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, el Perú ocupa el puesto undécimo entre ciento cuarenta países en cuanto a la facilidad para comprar con dinero una sentencia (https://goo.gl/dhKXec).
Hay entusiastas que dicen que esto está cambiando, ojalá así sea, pero de momento el cambio está en veremos, coexisten el rigor contra unos y la indulgencia a favor de otros. Lo que están haciendo con el ex presidente Fujimori no es justicia, es crueldad. Así lo catalogaba el presidente de Transparencia, Allan Wagner: “Someterlo nuevamente a prisión me parece una crueldad y además improcedente pues la decisión judicial puede ser apelada”, dictamen que subscribo.
Fue, además, condenado mediante un indebido proceso que en cualquier otro país convertiría la sentencia en nula, como explicó en declaraciones a Correo el constitucionalista Aníbal Quiroga: “Los correos electrónicos cruzados entre el presidente del tribunal que lo condenó y unos colegas españoles, que datan de más de un año antes del juicio y en los que se observa que estaban tratando de construir la teoría de la condena sin haber escuchado al acusado viola la imparcialidad… Eso es inadmisible en cualquier parte del mundo”.
Hay, también, un componente de terapia colectiva. En una columna argumenté que las faltas son llevaderas cuando se designa a alguien para que pague por las de todos. Es el socorrido chivo expiatorio del Levítico, a quien se traslada la culpa para obtener el perdón; o la catarsis griega que redime al espectador de sus defectos y maldades al verlas representadas en los personajes de las tragedias que pagan con sus castigos.
Han hecho de Fujimori el “chino” expiatorio del Perú contemporáneo y lo han hecho, además, con gran hipocresía porque han transcurrido ya dieciocho años y cuatro gobiernos desde que dejó el poder y la corrupción sigue campando a sus anchas; de reformas y regeneración institucional poco o nada.
Entre 1990 y 1996, el Perú logró la estabilización de la economía, la reinserción en el sistema financiero internacional y la derrota del terrorismo. Logros históricos que ningún otro ex presidente puede mostrar. Y a pesar de eso, el único que paga sistemáticamente con cárcel es Fujimori. Ya cumplió con diez años de privación de la libertad por las tropelías del autogolpe y de Montesinos.
Es arbitrario, injusto y cruel que no le dejen en paz durante lo que le queda de vida, y lo hacen tirando a la papelera el indulto, el agravio por el indebido proceso, la pena de cárcel ya sufrida, y, sobre todo, el haber levantado a un país fallido.
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