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Cien años después
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Hace apenas una semana, celebraba Europa los cien años del final de la Primera Guerra Mundial. Una guerra espantosa. Es curioso que ese aniversario coincida con lo que parece ser un acuerdo entre el Reino Unido y la Unión Europea, tras el terremoto que supuso el Brexit (British exit).
A solo 24 horas de la propuesta, ya han dimitido cuatro miembros del Gobierno de Theresa May. Entre ellos, Dominic Raab, principal negociador. Lo que viene a continuación no es fácil ni previsible. Un divorcio siempre es complicado. Imaginen esto.
Es curioso cómo el pueblo británico, que fue uno de los principales y sacrificados protagonistas en las dos grandes guerras, no haya llegado a asimilar la idea de pertenencia a la Unión Europea (UE), que, entre otras cosas, trajo paz y progreso al continente. Formaron parte de ella con sus principales consecuencias (de ahí la dificultad del divorcio), pero algo había en el sentimiento popular británico que se opuso a seguir bajo la UE.
La UE se ha convertido en una “marca” de prestigio. Su política por la defensa de los derechos humanos es ejemplar. También sus logros en política monetaria y económica. La UE consiguió trascender de sus iniciales intereses. Incluso de ese sentimiento, criticado por Macron, de nacionalismo mal entendido, anuncio o causa de conflictos.
Si fue un error de Cameron plantear el referéndum, si fue producto de la flema británica de los opuestos a la salida o si fueron los activos antieuropeístas los que motivaron el Brexit, el tiempo lo ha de decir. Quizá la culpa es de todos a la vez.
Ahora bien, salirse de este entramado tan genial y complejo que representa la UE no será bueno para el pueblo británico. Tampoco para los europeos.
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