(OPINIÓN) Mariana Alegre: Plaza encerrada

Nos han acostumbrado tanto a que los espacios públicos no son nuestros que resulta muy sencillo arrebatárnoslos. Por eso, a los alcaldes les es muy sencillo colocar letreros de ‘Prohibido pisar el césped’ o enrejar los parques. Por ello también tuvieron que pasar casi dos meses para que se reclame formalmente por el cierre de la Plaza de Armas, que fue restringida al público bajo el argumento de razones de seguridad esgrimidas por Palacio de Gobierno.

Hace 24 años, el Congreso de la República mantiene cerradas la plaza Simón Bolívar y el Jr. Bolívar. El regidor metropolitano Carlo Ángeles, aprovechando que la presidenta del Congreso se había sumado al pedido del alcalde Muñoz exigiendo la apertura de la Plaza de Armas, emplazó al Congreso de la República a devolver estos espacios públicos a la ciudadanía. No es la primera vez que se intenta recuperarlos, pues ya hace unos años el congresista De Belaunde hizo llegar un pedido formal al propio Congreso; sin embargo, ahora –gracias a la moción presentada por el regidor Ángeles– la Municipalidad Metropolitana de Lima iniciará las acciones correspondientes para abrir los referidos espacios.

De acuerdo a información proporcionada en Twitter por el regidor Ángeles, se confirma que la plaza Bolívar es propiedad de la MML, según el Instituto Catastral de Lima, y, además, el espacio es mantenido con recursos públicos municipales y no con fondos del Congreso. Así, los argumentos para esta apertura y devolución ciudadana son aún mayores. Coincido con esta frase del regidor Ángeles: “La recuperación de estos espacios marcarán un hito importante en el derecho a los espacios públicos.”

Aún hay muchos pendientes en relación al espacio público de la ciudad; quizá entre los más importantes se encuentra la eliminación del cobro por ingreso a los parques zonales que aún está vigente. Otra lucha puede ser eliminar la absurda e incluso violenta forma en la que se gestiona el Parque de las Aguas, en el que, a punta de megáfonos y gritos, arrean a los visitantes y determinan al milímetro la forma en la que debe utilizarse: avergonzando y disminuyendo la posibilidad de disfrutarlo. Mientras no se entienda que el espacio público es de verdad de todos, estas cosas seguirán pasando y la mayoría las seguirán tolerando.