Tenemos la obligación de seguir hablando de Venezuela, porque no se han respetado los resultados electorales, Maduro ya no tiene escrúpulos y ahora roba la esperanza a los venezolanos, con millones que viven en el exilio por culpa de su gobierno y que ha empobrecido al país llanero y sigue llevándolo a una espiral sin salida, en una dictadura que ya lleva 25 años.
Y nos debe preocupar, sobre todo, a los países latinoamericanos que también hemos tenido que soportar este desmadre de Maduro, un éxodo sin precedentes, el mayor de toda la historia latinoamericana, que ha obligado a nuestros países a atender a millones de venezolanos, a pesar de las múltiples necesidades y problemas que afrontan países como el Perú. La realidad que se avizora con este fraude es que se nos avecina una nueva crisis humanitaria, tal vez mayor a la vivida en estos años, con otra ola de migrantes venezolanos desesperados por salir de su país, buscando una oportunidad para sus familias.
Al parecer, el único que ha entendido la magnitud del problema es el presidente Gabriel Boric, de Chile, que ha sido firme en la posición que ha tomado su país frente a este atropello de la dictadura de Nicolas Maduro, porque evidentemente esto significa problemas serios para la región y que Maduro, campante como siempre, nos va a cargar sus problemas al resto de países vecinos.
No confundamos nuestros sueños bolivarianos, el de la patria grande, que muchos compartimos y creemos en la unidad de nuestros pueblos, con cargarnos la irresponsabilidad de un gobierno desastroso como el de Maduro, que hasta nos ha importado el Tren de Aragua o el Cartel de los Soles, organizaciones criminales que hacen de las suyas en nuestros países.
Son 7.7 millones de venezolanos deambulando en el mundo, echados a la suerte, hoy ante la posibilidad de la escalada de violencia que van a vivir. Al haber hecho fraude se incrementará la migración; esa es la realidad. Van a huir de un país destruido por los sueños de opio de Chávez y condenados por un incapaz como Nicolás Maduro. Los números no mienten. Fíjense solo en la inflación galopante en 25 años, su moneda perdió 14 ceros. La producción de petróleo de 2,899 millones de barriles de 1999 pasó a producir hoy solo 750 millones. Dilapidaron más de mil millones de dólares, probablemente en corrupción. Ese es el costo que paga el pueblo venezolano y por eso quieren quedarse en el poder, al precio que sea.