Primero, el crecimiento eleva la recaudación tributaria y, por ende, le entrega el dinero al gobierno, en sus tres niveles (central, regional y local). Lo que ocurre de ahí en adelante es una caja negra, pues el dinero no llega a los más necesitados. Aquí aparecen dos razones: primero, la ineficiencia en el gasto y, segundo, la corrupción que corroe todos los niveles del aparato público. Así, la primera reforma de la que se habla hace varios quinquenios es la del Estado. Sin embargo, es la más ausente. Perú no tiene un Estado al servicio de sus ciudadanos. Lo grave es que se está identificando esta falta de funcionamiento efectivo con una falla de la democracia. En la última encuesta de Latinobarómetro, en Perú, solo el 8% declaró estar satisfecho con la democracia, el menor guarismo de América Latina.