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A confesión de parte…
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El panorama económico que enfrenta el país es cada vez más sombrío. Que el presidente Martín Vizcarra y compañía se sigan haciendo los locos con las reformas económicas nos acaba de costar un jalón de orejas de parte de la clasificadora de riesgos internacional Moody’s, la cual considera que “Perú ya no es la estrella de crecimiento de la región”. Una vergüenza.
Así, Moody’s alerta que la mayor fragilidad de la economía se debe a que el Ejecutivo insiste en priorizar las reformas institucionales (ej. política) sobre las económicas. Por ejemplo, resalta el hecho de que la reforma que buscaba flexibilizar el mercado laboral, que podría impulsar el crecimiento, se haya mandado al Consejo Nacional del Trabajo “para que muera”.
Las alarmas no son solo internacionales. El BCR recortó la proyección de crecimiento de 4% a 3.4%, lo que se debe en parte a la caída de la inversión pública en 10.9% y a un incipiente aumento de la inversión privada de 2.9%. No es coincidencia que las expectativas empresariales para invertir y contratar estén en su nivel más bajo desde 2015 (Apoyo).
Pero, ¿por qué tanto alboroto con el crecimiento? Si consideramos que entre 2004 y 2018 se logró reducir la cantidad de pobres del 59% a 21% a punta de crecimiento y que actualmente existen 957 mil personas en condición “vulnerable”, con riesgo de regresar a una situación de pobreza si sus ingresos se llegaran a reducir en 7% en promedio (CCL), la pregunta se responde sola.
Dejar en segundo plano al crecimiento implica dejar en segundo plano a los más pobres. Paradójicamente, en este contexto, el presidente afirmó que “el que toma las decisiones (en el gobierno) soy yo, como presidente de la República”. A confesión de parte, relevo de pruebas.
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