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Conjuros y letanías
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La famosa frase –seguramente apócrifa– atribuida a Goebbels "cuando escucho la palabra cultura, saco mi pistola" ha sido repetida hasta el cansancio, sobre todo por intelectuales o gente "leída" y "culta". Se utiliza como una especie de conjuro contra cualquier inclinación hacia el fascismo o cualquier otra forma de régimen autoritario.
El lugar común se justifica a raíz de la decisión de la Dirección Contra el Terrorismo (Dircote) de iniciar una investigación contra la obra teatral La Cautiva por supuesto delito de apología del terrorismo.
Afortunadamente no todas las instancias del gobierno piensan igual. Como ha señalado la ministra de Cultura, Diana Álvarez Calderón, la dramaturgia incentiva la reflexión crítica sobre la realidad nacional y estimula la formación de una ciudadanía más democrática.
La Cautiva cuenta la historia de María Josefa, una adolescente cuyo cadáver se convierte en campo de batalla de los dos bandos enfrentados en una guerra frenética. Como señaló en su momento Patricia del Río (El Comercio, 26 de noviembre de 2014): "Cuando se trata de graficar el dolor y la violencia, al lenguaje informativo se le añade el lenguaje del arte (…), transformar el gesto bestial de la agresión en una obra nueva que nos redime a todos y nos permite entender lo sucedido".
Ni la lectura, ni el teatro, ni la música (o cualquier otra expresión cultural) nos incitan a desenfundar arma alguna. Por eso la actitud inquisitorial de la Dircote a nada conduce salvo, quizá, a ocultar el fracaso en la lucha política y militar contra los remanentes de Sendero y a servirle de caja de resonancia a quienes no han renunciado a la utilización de la violencia como partera de la historia.
Por eso, deberíamos repetir como letanía –y también como conjuro– el texto de un viejo grafiti en el metro de París: "Cada vez que escucho la palabra pistola saco mi cultura".
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