Recibir la pelota, dormirla en medio campo, lejos de los arcos y enfriar el partido es un ardid para que pase el tiempo, para no arriesgar el triunfo si se va ganando, para reducir tempestades si el contrario se viene con todo. Pero, cuando se va perdiendo, enfriar es un arte. Contra lo que dicta la bulla de la barra, hay que serenar el juego impetuoso, recuperar alientos y ajustar estrategias: el pensamiento consigue victorias. A veces, el partido se enfría parando la pelota; otras, bajándose el pantalón —para eso hay que tener coraje y fama, para no ser expulsado—. Lo hizo Pelé contra Boca en la final de la Copa Libertadores del 63, en la Bombonera, y salió campeón. Lo hizo Perico León contra Argentina en la clasificación para el Mundial de México 70, también en la Bombonera, y nos clasificamos. La misma excusa, pantalón roto; la misma argucia: cambiárselo dentro del campo; el mismo resultado: enfriar el partido. En este mundo, a tanta velocidad para conseguir resultados tempranos, desacelerar el partido podría carecer de sentido. Pero saber enfriar puede confirmar victorias, no saberlo puede provocar derrotas. La clave es simple: parar para pensar, corregir y recién después actuar. Vale en el fútbol, vale más en la economía y vale sobre todo en la política.
Nos pasa con lo del Reinfo, un régimen para que se formalicen pequeños mineros, que no ha servido de mucho porque casi nadie se ha formalizado. Lo políticamente correcto es cerrarlo porque, está visto, ha servido para que se camuflen mineros ilegales, cuyos crímenes saltan a la vista: contaminan ríos, invaden concesiones privadas, eluden impuestos, violan normas laborales y lavan dinero del narcotráfico. Los más avezados esclavizan menores, prostituyen mujeres, atacan campamentos y asesinan. Pero, como justos pagan por pecadores, esa mala fama arrastra a los sesenta mil mineros informales inscritos en el Reinfo que el cierre encontrará a mitad de camino. Una media verdad es que no quieren formalizarse porque, cuando lo hagan, sufrirán mayores fiscalizaciones y eso incrementará sus costos. Pero hay otra media verdad porque, aunque quisieran formalizarse, hay obstáculos casi insalvables. Uno es el permiso ambiental que, si hubiese rigor, no lo conseguirán por la cantidad de requisitos y su costo. El otro es la autorización de la empresa privada para que el informal trabaje dentro de su concesión que, si aplicamos reglas de mercado, tampoco lo conseguirán. Por tanto, si los obstáculos parecen insalvables, el problema no es el régimen ni el plazo para que los informales se formalicen, sino qué política se va a desarrollar para salvar esos obstáculos, o ser conscientes de que los estamos empujando a hacer otra cosa.
Esa historia ya la vivimos con el problema de la tierra. Durante años la hacienda creció sobre tierras ancestrales; en péndulo de regreso, Hugo Blanco lideró invasiones campesinas. Belaunde no afrontó el problema y llegó Velasco con lo de “la tierra es de quien la trabaja” y ejecutó su reforma agraria, destruyó la agricultura de exportación, y tardamos medio siglo en recuperarnos. Antauro Humala ha actualizado el lema proponiendo que “la mina es de quien la trabaja”. Con ese lema antes se expropiaron haciendas; el riesgo político es que ahora reviertan al Estado concesiones mineras para ser entregadas a los mineros informales. Parece una estupidez según nuestras leyes vigentes, pero puede suceder. Entonces, será muy irresponsable que las elecciones se contaminen con las protestas de mineros informales y el bloqueo de carreteras, porque pueden provocar arrastre electoral a favor de sus candidatos. Pasó con Pedro Castillo y puede volver a pasar si eligen a otro equivalente. Por eso, el plazo de la transición del Reinfo no puede ser de seis meses, como lo propone el Gobierno, porque su vencimiento cae dentro de un año electoral. Aunque no sea políticamente correcto, hay que patear el problema para después de junio de 2026, para que el reto político lo asuma un nuevo Gobierno, con más legitimidad y con más consenso político. En el entretanto, habrá que navegar a media vela, como todos estos años, tolerando algunas cosas, reprimiendo otras. Vamos perdiendo, por si no se ha dado cuenta, hay que enfriar el partido.