Visitar el restaurante bar Cordano es acudir a una cita con la historia. Allí, en la esquina que forman Palacio de Gobierno y la Casa de la Literatura, en el primer piso de un enorme inmueble abandonado, persiste ese icónico pedazo de memoria republicana. Es un secreto a voces que en el Cordano, entre cafés recién pasados, butifarras y chilcanos, se han gestado proyectos políticos, pactos de gobierno, revoluciones y golpes de Estado. Las fotografías que decoran sus paredes dan cuenta de animadas tertulias entre memorables personajes del mundo del poder, el arte y la cultura. Cuando yo era muy joven, solía escudriñar esos rostros congelados en el tiempo, sus miradas conspiradoras, y los imaginaba forjando el rumbo del país. Hoy, no dudo de que sobre esas sillas y mesas se selló el destino de ministros y presidentes. De ello doy fe.