Quien debe estar sumamente enternecido con la muchachada del imparcial jurado electoral venezolano es nuestro ínclito Jorge Salas Arenas, el ya legendario titular del JNE peruano. Su corazoncito, repleto siempre de pura sangre roja, seguramente debe ahora latir aún más acelerado de puro contento, ya prácticamente al borde del infarto, al observar a sus coleguitas venezolanos en acción. “¡Esa es mi gente! ¡Así se cuentan los votos! ¡Qué profesionalismo! ¡Qué sana envidia me dan! ¡Ese Elvis Amoroso es un crack!”, debe Salas Arenas de exclamar para sus adentros, comprensiblemente emocionado hasta el llanto, con lágrimas y mocos que a continuación nuestro ínclito funcionario se limpiaría con un acta electoral, para luego tirarla en una urna que sirve de basurero.
Y si Maduro fuese más listo, debería invitar a su país a RMP, Lúcar, Chincha, Mohme y todos esos demás ínclitos coleguitas que aquí defendieron como otorongos furiosos la pulquérrima actuación del JNE y de la ONPE en las últimas elecciones presidenciales, tildando sistemáticamente de “fraudista” a todos los que hubieran tenido las menores dudas sobre la limpieza tan inmaculada de esos comicios. Si estos coleguitas apoyaron así de entusiastas el proceso del conteo de la elección del comunista Pedro Castillo, no tendrían por qué actuar muy distinto con el también comunista Maduro. Un coro mediático así de monocorde y activista no le caería nada mal al régimen chavista en estos momentos. “¡Corina fraudista! ¡OEA no investigue nada! ¡No ha pasado nada raro! ¡Acepten nomás los resultados!”, serían los gritos de guerra de esta aguerrida afición mediática. También Maduro debería importar allá a Gorriti y los fiscales Vela y Pérez para que acusen de lavado de activos a Corina y la oposición. “¡Estos chamos han hecho cocteles millonarios con arepas y ron!”, alegarían indignados. Finalmente, Maduro debería contratar como consejero a Vizcarra para que le enseñe a tener una caradura de Olimpiada ante las acusaciones.
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