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No era tan difícil reconocerlo
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La referencia a las personas trans que hizo Vizcarra ayer en su conferencia puede parecer para algunos un asunto secundario, pero no recuerdo que en el pasado un presidente de la República haya incluido –aunque sea indirectamente– a esta comunidad en un mensaje. Lo hizo a su manera, algo incómodo, con cierta torpeza y sin precisión, pero fue un gesto que no deberíamos pasar por agua tibia cuando existe un grupo importante de peruanos que durante décadas ha sido marginado del discurso oficial, convertido en uno de los sectores más vulnerables de nuestra población.
La Universidad Cayetano Heredia calculó en 2016 que en Lima hay unas 22,500 mujeres trans que no cuentan con seguro de salud, que alrededor del 70% encuentran en la prostitución su única forma de trabajo y que el 30% vive con VIH. A nivel nacional, más del 10% no tiene DNI y su esperanza de vida promedio es de 35 años porque mueren enfermas o porque las matan. El Estado ha preferido siempre mirar para otro lado. De ahí que esa referencia hecha por el presidente, haciendo un llamado a la Policía, los militares y la población en general para detener la discriminación contra ellas sea un hito histórico.
Ojalá no tuviésemos por qué estar preocupados por la orientación sexual o identidad de género de nadie, pero la discriminación y la violencia transfóbica, que ni en tiempos de cuarentena descansa, lo hace necesario. Tuvo que llegar el virus para evidenciar lo que ningún discurso político pudo: que el Estado importa (y mucho), que el sistema público de salud tiene que ser prioridad, que las AFP necesitan una trasformación, que lo colectivo importa más que lo individual, y que la transfobia ya no puede seguir. Ya ven que no era tan difícil reconocerlo. ¿Será que con la crisis llegó el futuro? Paradojas del virus.
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