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Una fantasía
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Creer que la siguiente semana, o incluso en unos meses, vamos a retornar a la normalidad es una fantasía. El domingo 26 no será ni siquiera el inicio del fin. Puede que se levante la cuarentena en las regiones con menos casos y que las restricciones se flexibilicen en otras, pero no habrá nada parecido a una bajada de bandera para salir corriendo por calles y avenidas.
Primero vino el martillo, que consiste básicamente en el aislamiento, y luego vendrá el baile, que significa ir soltando restricciones según el impacto que estos cambios tengan en el avance del virus. Si este se sigue expandiendo, tendremos que dejar la calle y guardarnos. Cuando los contagios disminuyan, volveremos a salir, pero si el virus se reactiva, a guardarnos una vez más. Así sucesivamente, como un baile, hasta que tengamos una vacuna que nos proteja. O hasta que una gran mayoría se haya contagiado y el virus ya no tenga a quién atacar, lo que depende de que efectivamente desarrollemos una inmunidad, algo que falta comprobar.
Esto significa que por meses usaremos máscaras y mantendremos distancia física entre nosotros. No habrá conciertos, espectáculos o partidos en el Nacional. Los viajes al interior del país serán muy reducidos y quienes ingresen del extranjero, cuando se abran las fronteras, deberán guardar cuarentena un par de semanas, con el impacto imaginable sobre el turismo. Los pocos restaurantes que abran probablemente deberán reducir su aforo y la educación se mantendrá a distancia, pues, aunque los niños no sufran del virus como los adultos, sí pueden contagiar a sus maestros y familiares. Algunos trabajos se retomarán, pero no todos. Esto último será lo más complicado, porque la gente necesita llevar comida a la mesa y no queda claro cómo podrán hacerlo en este escenario extendido.
Esta es nuestra nueva realidad. Una, por cierto, muy difícil.
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