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La crisis humanitaria en Venezuela
Es hora de que todos los hermanos latinoamericanos ayudemos en encontrar la vía justa, pacífica y humana, para que salgan cuanto antes de la crisis política y humanitaria que los oprime.
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Un gran estruendo causado por la explosión de un dron volvió, una vez más, la mirada del mundo hacia Venezuela. Se trató de un supuesto atentado contra Nicolás Maduro, el dictador que ha llevado a la ruina al otrora próspero país llanero. Un lugar al que hace unas décadas miles de peruanos emigraron en busca de un futuro mejor, y que en la mayoría de los casos fueron recibidos con los brazos abiertos. Dicen que el mundo da vueltas y ahora el éxodo se invierte, son los venezolanos lo que llegan a Perú huyendo del hambre, el caos político y la violación de los derechos más elementales.
Según datos estadísticos, se calcula que más de dos millones de venezolanos han emigrado, huyendo del infierno en el que se ha convertido su país. Según la ONU, entre 2014 y 2017, casi 500 mil venezolanos se acogieron a una alternativa legal en otros países, de los cuales más de 130 mil han pedido asilo. Estos números no incluyen a los migrantes ilegales, ni a los que han salido desde la llegada del chavismo al poder. Quienes se van de Venezuela en este momento lo hacen en muy malas condiciones. Salen con apenas 100 o 200 dólares escondidos en la ropa y no tienen destino fijo.
Por la cercanía el mayor número de venezolanos llega a Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, Chile y Argentina, pero son muchos más los países receptores. En general, existe una buena política de acogida en la región aunque empiezan a haber señales de que las puertas ya no estarán abiertas. Sobre todo en los países limítrofes. Varios gobiernos han manifestado preocupación, alegando que sus países no están preparados para recibir una ola de inmigrantes de tal magnitud, jamás vista en nuestra región.
En Brasil, acaban de revocar un fallo que prohibía a los inmigrantes venezolanos ingresar a ese país, luego que un juez federal ordenó que se cierre la frontera hasta que el estado de Roraima pudiera crear condiciones "humanitarias" para recibir a un gran número de personas. Lo mismo ocurre en Ecuador, que declaró emergencia humanitaria en sus ciudades fronterizas.
En Perú se estima que son unos 380 mil los venezolanos que han ingresado desde que se inició el éxodo. Los venezolanos se han adaptado en nuestro país aceptando distintas formas de trabajo y formando una especie de clanes familiares para poder pagar una habitación, o en el mejor de los casos una vivienda.
Lamentablemente diversos actos de violencia, como asaltos y líos callejeros, en el que se han visto involucrados algunos inmigrantes venezolanos, ha hecho percibir un tufillo de seudo xenofobia. Ayudaría tener una política de acogida organizada. Un control más estricto y no permitir el ingreso de personas con antecedentes judiciales, por ejemplo. Claro, sin dejar de dar todo el apoyo al ciudadano de bien que busca un lugar mejor donde vivir.
Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, 37 mil venezolanos tratan de ingresar a diario a ese país y solo dos mil personas logran pasar al otro lado de la frontera, los demás siguen esperando.
Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, 37 mil venezolanos tratan de ingresar a diario a ese país y solo dos mil personas logran pasar al otro lado de la frontera, los demás siguen esperando.
Hay que recordar que la primera migración de venezolanos de los últimos 15 años fue aceptada por los países receptores, porque se trataba de inversionistas a quienes el gobierno de Chávez había confiscado sus tierras, o eran gerentes de la petrolera nacional PDVSA u otros profesionales de primer nivel. Luego se dio una ola de técnicos, como plomeros y electricistas, y hoy en día están emigrando los pobres.
El venezolano vive en una especie de “tierra extranjera” en su propio país. Es hora de que todos los hermanos latinoamericanos ayudemos en encontrar la vía justa, pacífica y humana, para que salgan cuanto antes de la crisis política y humanitaria que los oprime. Nos toca hacer un espacio entre nuestros propios problemas de pobreza y violencia, para dar asistencia a cuantos se ven obligados a abandonar su patria.
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