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Déjà Vu. Porque no has cambiado, pelona
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¿Por qué perdí si hice todo para ganar? ¿Recorrí cada rincón del país y gasté más que nadie en la campaña? ¿Por qué si ya casi había convencido a los más incrédulos de que me opuse siempre a la influencia de Montesinos y hasta juré que nunca, nunca, repetiríamos un 5 de abril? ¿Por qué no soy la presidenta del Perú? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Eso debe preguntarse cada mañana frente al espejo Keiko Fujimori. Apostamos a que lo hace desde que se conocieron los resultados de la segunda vuelta. Sin falta. Todos los días.
Está convencida de que le robaron la Presidencia. ¿Fue la prensa que denunció a Joaquín Ramírez? ¿La izquierda que encendió los motores del antifujimorismo? No interesa. Keiko quiere venganza y no importa el precio, ella lo va a pagar. Y, de paso, utilizará la aplanadora naranja para aniquilar a cualquiera que pretenda volver a arrebatarle el triunfo que siente que le pertenece en 2021.
¿Pudo aprovechar mejor los desaciertos de Kuczynski? Cualquier líder político de oposición con la cantidad de congresistas que tenía hubiese dado de brincos. No tenía sino que actuar con un poco de inteligencia y decencia. Pero tiró su mejor oportunidad por la borda. Porque lo más probable es que ese nuevo fujimorismo al que su lideresa se refirió durante la campaña nunca haya existido.
La contratación de militares de formación montesinista para dirigir el área de Seguridad del Congreso o el incremento de presupuesto y personal en el área de Comunicaciones, donde abundan “simpatizantes” de FP que, según Héctor Becerril, “usan su tiempo libre” para tirar barro con ventilador contra sus críticos, a la vieja usanza de los medios comprados en los noventa, así lo demuestran. ¿Lástima? No. Gracias, porque hoy estamos más que advertidos.
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