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Denigrante conciliábulo
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Cuando leo el Artículo 1° de nuestra Constitución, me cuestiono por qué “la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado”. Al hacerlo, no dejo de preguntarme qué va directo contra nuestra dignidad y qué es, en definitiva, lo que nos ofende.
No habrá persona que no afirme que la mentira es el principal enemigo de la persona humana y el mejor destructor y agresor de su dignidad.
No habrá persona que no afirme que la mentira es el principal enemigo de la persona humana y el mejor destructor y agresor de su dignidad.
¿Seremos en el Perú insensibles a la mentira de nuestros gobernantes? “A veces sí, a veces no”. Somos insensibles cuando no entendemos en qué consiste la mentira o cuando no comprendemos que nos han engañado. Pero somos sensibles y enfurecemos cuando entendemos la mentira. Este habría sido el caso de Alejandro Toledo y su caída en picada cuando mintió, una y otra vez, sobre la paternidad de Zaraí, que tuvo que admitir al borde de la vacancia presidencial y en los linderos de 7% de popularidad.
Hoy golpea nuestra dignidad que el presidente Vizcarra se haya confabulado con quienes lo denigraron y grabaron en un audio. Aquel en el que se le escucha decir cosas distintas a las establecidas por su gobierno y las leyes del Perú. Y es que o es una traición a lo primero que dijo o lo primero que dijo fue una mentira. En efecto, él pronunció, en el irresponsable conciliábulo sobre Tía María: “Tengo que preparar el argumento”, “ya ustedes saben cuál va a ser mi posición, pero no puedo adelantarla públicamente”, “juntos hay que buscar la forma de retrotraer todo” y “si en un mes ven que yo no cumplo, allí hagan una medida radical y todo”.
La responsabilidad marca hasta dónde una posición es buena y la irresponsabilidad desde dónde es malvada e indigna.
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