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Editorial: Sin excusas
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La presidenta Dina Boluarte reconoció hace pocos días que fue convocada en más de una oportunidad por la Fiscalía de la Nación, para declarar sobre las muertes que se han producido durante las protestas más violentas los últimos tres meses. Y ha reconocido también que no concurrió a ninguna de las citaciones, como en su momento adelantó Perú21.
Alega la presidenta, primero, temas de agenda y, luego, haber solicitado que el interrogatorio fuese virtual. Lo cierto es que no se presentó. Pero a diferencia de lo que está ocurriendo actualmente con el fútbol profesional, en política no se ganan o se pierden los partidos por walkover. Mucho menos si se trata de políticas de gobierno, por muy “provisionales” o de “transición” que estos sean.
Hasta ayer se desconocía si la fiscal Patricia Benavides la había vuelto a convocar.
A la presidenta de la República le asiste, ciertamente, la prerrogativa de ser interrogada en Palacio de Gobierno: debería optar de una vez por esa vía ya que el Ministerio Público necesita recoger de manera presencial su declaración. Es sumamente importante que se allane a declarar para poder esclarecer las responsabilidades en la cadena de mando y si se cumplieron o no los protocolos respectivos.
Sin embargo, como coinciden los analistas, más importante aún es que responda a todas las preguntas que se le formulen, para diferenciarse de su malhadado antecesor, quien, en las ocasiones en que fue requerido por la Fiscalía, tuvo como estrategia acogerse a su derecho al silencio.
Es decir, una leguleyada propia de delincuentes cazurros a la que recurren para eludir cualquier responsabilidad y despistar a los magistrados que los investigan. Estrategia asaz, pues el deber de todo mandatario es colaborar con la justicia de su país. ¿Qué ejemplo puede dar ante la ciudadanía, si no?
Ya desde entonces, el silencio que guardaba Castillo ante los fiscales decía mucho de su compromiso con la ley y de su estatura moral como gobernante. Un “caradurismo” que salió a la luz en toda su escabrosa magnitud con su fracasado intento golpista.
Lo que le corresponde a Dina Boluarte es, pues, colaborar con la investigación hasta que se aclaren los incidentes que terminaron en las muertes de esos ciudadanos. Diga presente, señora presidenta. No hay excusas que valgan.
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