Lo que en abril y mayo se comunicó con beneplácito desde el Ejecutivo, se vino abajo en junio. Nos referimos a los indicadores económicos del país. En los dos meses mencionados inicialmente, el Perú había experimentado un crecimiento del 5.2% y 5.04%. En junio, sin embargo, la realidad se manifestó con dureza: la proyección de los expertos alcanza apenas el 1%.
Alrededor de esa cifra coinciden –décimas más, décimas menos– justamente Macroconsult, Phase Consultores, el Instituto Peruano de Economía y otros prestigiosos think tanks locales.
Las razones son claras. La pesca, por ejemplo, ya no lució avances superiores al 100% como en abril (+158.4%) y mayo (+329.16%). En junio, el sector aumentó “solo” 56.77%. Así, la actividad manufacturera, producto del procesamiento de la anchoveta en harina de pescado, también habría crecido a un nivel inferior.
Lo más grave es que la construcción cayó. Macroconsult estima que esta habría descendido en cerca de 2.5% y eso es responsabilidad de las autoridades por la desaceleración de la inversión pública. Y también es preocupante que otros rubros de la producción, como la minería, hayan experimentado una contracción significativa.
En suma, se calcula que el crecimiento del PBI en el primer semestre del año será de, máximo, 2.6%. Una cifra ciertamente pobre que debería preocupar no solo al Ministerio de Economía, aunque, por desgracia, es verdad que los planteamientos de José Arista comienzan ya a dar señales de agotamiento y de tener menos luces de las que se atisbaban cuando llegó al cargo.
Obviamente, no se le puede echar la culpa solamente a él. Hay todo un Consejo de Ministros que derrapa con mayor frecuencia de la que acierta. De ahí que hacia el fin de semana se dispararan, asimismo, los rumores sobre posibles cambios en el gabinete. Especulaciones apresuradamente desmentidas por un premier cuyo liderazgo se hace más aguachento conforme pasan los días, y no precisamente por la humedad del invierno limeño.
La tormentosa nube negra de denuncias, negociados y escándalos que persigue tanto al Poder Ejecutivo como al Legislativo no ayudan para nada a la credibilidad que el país debería tener. Una presidenta de la República empecinada en soslayar acusaciones de corrupción mientras encarga dádivas o venganzas personales a sus ministros, es una figura tan disuasiva para los capitales que urgen al Perú como un Congreso que promueve normas en favor de intereses ilegales y contrarios al desarrollo económico.
Todavía estamos a tiempo para impulsar de manera más decidida la inversión, aunque el segundo semestre sufrirá el impacto de los nuevos feriados de julio y agosto y los que el Gobierno amenaza instaurar por la visita de personalidades extranjeras en noviembre.