El mundo tiene que estar alerta con las elecciones del próximo 28 de julio en Venezuela, porque se evidencia que va a haber fraude, así de claro y contundente.
Porque no solo son los dichos altisonantes del presidente Nicolás Maduro, sino todo lo que ha sucedido en estos meses, desde que se pretendió inscribir listas de candidatos y el oficialismo, que tiene evidentemente controlado el sistema electoral, se encargó de bloquearlos, desde María Corina Machado y después a Corina Yoris, retirada arbitrariamente porque no le quisieron entregar las claves para la inscripción digital.
Maduro creía que podía controlar a los otros candidatos en competencia, como ha hecho en la última elección, para que funja una supuesta elección democrática, cuando en realidad el régimen dictatorial se cimenta solo en la imposición arbitraria de la elección, controlando al Consejo Nacional Electoral y la imposición de los parlamentarios afines al régimen.
Maduro quiere quedarse de por vida, su sueño de opio es gobernar Venezuela como en Cuba, de por vida; solo la pretensión debería interpelarnos a todos los que sentimos a la izquierda como una opción de gobierno, porque no se puede avalar dictaduras, corrupción y violaciones de los derechos humanos, tenemos que entender que esas acciones son la antítesis de nuestras convicciones de hombres y mujeres de izquierda.
Maduro se ha atrevido a expresar en pleno mitin que correrá sangre si es que no gana las elecciones, por eso el propio Lula da Silva le ha enmendado la plana y le ha hecho recordar que en una elección se gana o se pierde y de ser así se da un paso al costado, porque es la base de la democracia. Maduro molesto le ha enviado un mensaje subliminal; de la misma manera el expresidente de Argentina Alberto Fernández expresó públicamente que se debe aceptar el veredicto popular, así sea el resultado adverso, esto le ha costado que revoquen la invitación que el ente electoral le había hecho para ser veedor de las elecciones.
Imagínense si así se comportan con Lula y Fernández, entenderán que Maduro ya perdió la cordura y está obcecado con el poder y como anticipó no va a aceptar los resultados electorales y es el preludio del fraude. A ver si eso entienden en el Perú mis camaradas que todavía tienen la desfachatez de defender a un sátrapa que provocó el mayor éxodo y que ha sumido en la pobreza a su pueblo, fracasando lo que un día fue el sueño bolivariano de Chávez y que está llegando a su final, 25 años después.
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