El Gobierno ha decidido que no se debe declarar en emergencia las regiones más afectadas por los incendios forestales. El país tampoco necesita, según el premier Gustavo Adrianzén, de ayuda internacional.
“De momento no se ha considerado necesaria la declaratoria de estado de emergencia en ninguna de las regiones por incendios forestales. Si esta situación llegase a tener un agravamiento, nosotros evaluaremos… previo requerimiento de los gobiernos regionales”, declaró el primer ministro, como si no fueran ya ocho las gobernaturas que han hecho tal requerimiento.
Todo ello, mientras a sus espaldas, lejos de la comodidad y del aire acondicionado de su despacho, grandes tramos de Amazonas, Áncash, Huánuco, Ucayali y San Martín, son consumidos por las llamas, ante la impotencia y el estupor de autoridades y pobladores. Y ni qué decir de la fauna silvestre que está siendo también devorada por el fuego: un desastre ecológico de proporciones y del que costará muchísimo recuperarse.
Para colmo, cuando un reportero, durante su visita a Amazonas, le reclama ayuda humanitaria a la jefa de Estado y le dice que sus lágrimas “han recorrido a nivel internacional para pedir la presencia de usted”, ella masculla a la pequeña multitud que se aglomera a su paso, con la grosería que se le está haciendo habitual: “No necesito sus lágrimas señor, acá estamos atendiendo”.
Al día siguiente, en un discurso, llegaría a afirmar incluso que hay personas que mienten y les pide “poco floro y más acción”. “Fácil es criticar y hablar con mentiras, escribir por las redes y siempre quejarse”, remató. Insólito, por decir lo menos.
Aparte de las mencionadas jurisdicciones, que son las que mayor devastación están sufriendo, conviene resaltar que hasta en 22 regiones del país se han registrado incendios forestales durante el año, según informa el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional. La institución advierte, adicionalmente, que los incendios activos hasta el momento superan la cifra de 30.
Y la cifra viene creciendo, pues buena parte de las autoridades locales en estas zonas afirman, no sin angustia, que el equipamiento de los bomberos no es adecuado para la magnitud de los siniestros.
Es verdad que al analizar las causas se verá la responsabilidad de las personas que provocan los incendios; pero, ya con la grave situación encima, es incomprensible que el Ejecutivo se oponga a la declaratoria de emergencia. Para empezar, esto permitiría desplegar acciones rápidas de prevención, defensa y atención a las familias amenazadas, así como salvar o proteger los pastizales y animales que todavía sea posible rescatar.