El Gobierno no ve la hora de anunciar un nuevo incremento de la Remuneración Mínima Vital. Es muy posible que el apuro se deba a la intención de incluir oportunistamente el tema en el mensaje a la Nación del 28 de julio, junto a otros previsibles ofrecimientos populistas con que Dina Boluarte salpicará su discurso.
La irrisoria aprobación de la presidenta de la República hace que artimañas populistas como esta se encuentren a la orden del día en Palacio. Y no será la única, seguramente, porque de logros concretos y avances en la economía este Gobierno va más bien huérfano.
El ministro de Trabajo, Daniel Maurate, por lo pronto, adelantó ya que la convocatoria para la instalación del Consejo Nacional del Trabajo (CNT), instancia en la que se debe decidir si hay un ajuste, probablemente tenga lugar antes del 28 de julio.
Maurate ha reconocido que el alza del sueldo mínimo tiene que ser evaluada de manera técnica en el CNT para no afectar a las micro y pequeñas empresas (mypes). “La mayor parte del sueldo mínimo está en las micro y pequeñas empresas, de manera que si no hacemos un ajuste razonable y técnico podemos tener consecuencias desfavorables para la formalidad”, dijo. En efecto, las únicas golpeadas serían las mypes, cuya situación se agravaría, pues las grandes y medianas empresas no tienen trabajadores ganando un sueldo mínimo.
Sin embargo, no solo basta con reunir al CNT para tomar una decisión, como ha señalado anteriormente el Banco Central de Reserva. La entidad monetaria recomendó explícitamente fortalecer el mecanismo para fijar el salario mínimo, para empezar, estableciendo la frecuencia con que este se debe revisar.
El consejo debería tener, además, todas las herramientas posibles para determinar si las condiciones para el aumento se cumplen, como la inflación –subyacente– y la variación de la productividad total de factores, entre otros criterios de los que en el Ejecutivo harían bien en informarse antes de lanzar medidas contraproducentes para el país.
La urgencia presidencial de ganarse, aunque sea, el aplausito de algún despistado fuera del hemiciclo no puede ponerse por encima del rigor técnico con que se deben manejar y definir temas que impactarán en los esfuerzos que se hacen por sacar al país del vía crucis económico en que se encuentra.
Los antecedentes llevan a pensar que este Gobierno, fiel a su derrotero de improvisación y demagogia, apurado por la falta de resultados positivos que mostrar, antepondrá una vez más sus necesidades inmediatas a cualquier consideración que signifique, no un espejismo populista, sino un beneficio duradero para el Perú.