Los sistemas educativos necesitan estabilidad en sus políticas, porque sus resultados se construyen en el largo plazo. La experiencia internacional demuestra que las reformas exitosas requieren continuidad para consolidar aprendizajes, fortalecer la formación docente y evaluar resultados de manera sostenida.
En el Perú, la inestabilidad ministerial refleja una seria debilidad del sistema. En los últimos 25 años hemos tenido 25 ministros de Educación, en promedio uno por año. En la última década fueron 15 ministros; y en los últimos cinco años, 12; un promedio de cinco meses en el cargo. Esta alta rotación impide planificar, ejecutar y evaluar políticas de largo plazo.
Por ello, deberíamos crear un organismo autónomo de carácter técnico, con autonomía administrativa, económica y estabilidad, encargado de diseñar, coordinar y evaluar las políticas educativas de mediano y largo plazo, asegurando su continuidad más allá de los vaivenes políticos. Sus decisiones deberían ser vinculantes para el Ministerio de Educación (Minedu) y toda entidad pública o privada. Sus miembros deben tener experiencia comprobada, visión estratégica y liderazgo, capaces de movilizar a la sociedad en torno a la convicción de que sin educación de calidad no hay futuro para el país. Este organismo podría estar conformado por siete miembros titulares de reconocida honestidad, elegidos por concurso público.
No se trata de reemplazar al Minedu, sino de dotarlo de un aliado técnico que le permita trascender los ciclos políticos con visión de largo plazo. El Minedu conserva su rol normativo y operativo trabajando de manera articulada, garantizando la visión de Estado, mientras que el organismo autónomo se encarga de una gestión y ejecución eficiente. Caso contrario seguiremos pagando el precio de empezar siempre de nuevo.