El nuevo gobierno llega tras una etapa de decepción y desgaste inimaginable. La gestión de la señora Boluarte no solo terminó con niveles históricos de desaprobación, sino que dejó al país sin rumbo, atrapado entre la improvisación, con malos funcionarios y el cálculo político. En vez de soluciones, tuvimos excusas y bla, bla, bla. En vez de liderazgo, silencio. Y cuando la confianza se pierde, todo lo demás se derrumba.
José Jerí asume un mandato de transición, pero eso no lo libera de responsabilidad. No se trata de durar, sino de ordenar la casa o imponer el Estado y poner orden ante la inseguridad, o por lo menos, morir en el intento. Su tarea es devolverle al país algo de estabilidad y asegurar un proceso electoral limpio, sin trampas ni agendas ocultas. El Perú ya no necesita promesas: necesita resultados y ejecución.
La inseguridad es el mejor reflejo del abandono estatal. Las calles están tomadas por los criminales y el Estado parece un espectador, cuando debería ser el actor principal. Sin autoridad no hay desarrollo posible, no hay confianza. Recuperar el control no es solo una tarea policial, es de todo el Estado y para ello tiene que ejercer su autoridad sin negociación.
Lo mismo ocurre con la inversión. Nadie invierte en un país que cambia las reglas cada año o donde el Estado es un obstáculo en lugar de un aliado. No hace falta reinventar el país: basta con que funcione. Menos trámites, menos discursos, menos burócratas y más gestión. Porque cada proyecto detenido no solo cuesta dinero: cuesta empleos, oportunidades y resta esperanza, mejoras y oportunidades para la población.
Urge también devolverle sensatez al debate público. Hemos normalizado el populismo como si gobernar fuera un concurso de ocurrencias. Mas ineptitud no puede ser la regla, sería muy difícil alcanzarlos.
El gobierno de Jerí tiene poco tiempo, pero una enorme oportunidad: demostrar que se puede gobernar sin excusas. Si elige lo técnico sobre el populismo, la autoridad sobre la complacencia, el orden frente al caos y el país sobre intereses, quizá logre algo que ningún gobierno ha conseguido en años: devolverle al Perú la confianza en sí mismo.