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El terror asoma de nuevo
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Resulta increíble, pero el adoctrinamiento de niños con lemas e ideas senderistas por parte de la ONG Voluntad Transformadora, que vimos en videos y fotos el último fin de semana en Perú21, no ha tenido una respuesta enérgica de parte del Gobierno.
Una señal más que alarmante. Estamos hablando de un organismo generado del nefasto grupo terrorista que fundó el genocida Abimael Guzmán Reynoso que tanto daño hizo al Perú en las últimas décadas del siglo pasado, actuando a su regalado gusto en una provincia de La Libertad. Y algunos analistas han advertido que algo similar podría estar produciéndose en otras regiones del país.
Sin embargo, por toda respuesta a las imágenes publicadas, los peruanos no han recibido desde la más alta esfera del Gobierno otra cosa que silencio. Cero pronunciamientos o medidas para evitar que nuevas organizaciones de este tipo aparezcan o continúen multiplicándose en el país, inoculando ideas retorcidas en niños en edad escolar.
¿Ha dicho algo la presidenta? ¿Ha emitido alguna directiva la ministra de Educación?... ¿Se ha dado una disposición en el Ministerio de Justicia? Si se ha hecho, la ciudadanía lo ignora. Y sobre algo tan grave, pues lo mínimo sería un pronunciamiento. ¿O es que ya no hay memoria de lo que significó el terrorismo en nuestro país?
Cuando este diario le preguntó al psicólogo social Jorge Yamamoto ¿qué implica para el futuro del Perú ver a menores coreando alabanzas al así llamado pensamiento Gonzalo? La respuesta fue dura, pero necesaria para que el Estado y la sociedad reaccionen ante esta penetración ideológica de Sendero Luminoso en nuestros infantes.
Este adoctrinamiento causa, según el experto, un grave impacto en los valores de los niños, “aquello que guía el comportamiento por convicción, se va formando desde la niñez, y las imágenes de los niños que vemos son justamente en la fase clave de la socialización”.
Es decir, un adoctrinamiento en consignas e ideales terroristas que a esa temprana edad pueden dejar una huella profunda y hasta convertir a quienes todos los días reciben ese mensaje –ya en la juventud o adultez– en sociópatas o individuos de alta peligrosidad.
Es cierto que existe una ley que inhabilita de por vida a los docentes sentenciados por terrorismo y apología del terrorismo para ejercer el cargo en colegios públicos, pero igual no pasa nada. .
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