El asesinato del cantante de la orquesta de cumbia Armonía 10, Paul Flores, ha generado una nueva ola de protestas, indignación y exigencias de la ciudadanía para que el Gobierno haga algo realmente efectivo para detener los avances del crimen organizado. La ferocidad con que están actuando las bandas de extorsionadores ha rebasado todo cálculo.
Circulan propuestas de expertos y de colectivos como Peruanos de Estado, pero el Gobierno nos trae la receta de siempre: estados de emergencia, aparatosas movilizaciones de las fuerzas de seguridad, pena de muerte y una serie de anuncios rimbombantes que suenan a refritos.
Ha quedado claro que los estados de emergencia, cuando se aplicaron, tuvieron resultados irrisorios. Captura de delincuentes de poca monta o detenidos que tardaban poco y nada en ser liberados por la Fiscalía, debido a formalismos legalistas o negligencias operativas. La presencia de tanquetas y miembros de las FF.AA. en las calles de los distritos más convulsionados no tuvo tampoco mayor impacto disuasorio aparte de convertir las esquinas militarizadas en un imán para selfies y memes.
Así, lejos de dar una señal de que algo va a cambiar en las estrategias de seguridad ciudadana, el Ejecutivo sigue en lo suyo, como si la muerte de este cantante no hubiera conmocionado al país y no constituyera un crudo recordatorio de que nos encontramos a merced del crimen organizado. Es decir, que cualquier ciudadano, artista, emprendedor o empresario se encuentra, ahora mismo, en estado de indefensión ante el asedio de la delincuencia.
Además del estado de emergencia, lo único que se les ocurrió a Dina Boluarte y su troupe de corifeos palaciegos fue volver a sacarse de la manga, como maniobra distractiva, la socorrida argucia de la pena de muerte.
“A estos malditos asesinos les digo que estoy pensando seriamente en la pena de muerte”, advirtió ayer en un discurso (minutos después de haber cantado a cappella, en un colegio público, ‘cual bandada de palomas que regresan al vergel’). Una fórmula –considerada inviable por los expertos en temas de seguridad– que ya había lanzado en diciembre último para los violadores de menores, luego del asesinato de una niña.
Cantaletas aparte, el elefante en la habitación continúa sin ser mencionado por estos señores: la inaudita continuidad del ministro Santiváñez en el gabinete, como si la grave realidad del país no le hubiera caído encima suficiente número de veces para demostrar su pertinaz incompetencia.
Mientras Dina canta, hay músicos que mueren abaleados y malhechores que la tienen cada vez más fácil.