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En este buque nadie se rinde
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Por Juan Carlos Llosa Pazos*
En medio de la infame batalla que libramos contra el coronavirus, evoco desde mi puesto en la Comandancia General de Operaciones de la Amazonía, la figura del médico naval Santiago Távara, el primer médico a bordo del monitor Huáscar. Távara, de la mano del gran almirante Miguel Grau, salvó vidas y dio soporte en sus instantes finales a decenas de tripulantes del inmortal buque de nuestra escuadra y, al final, junto a todos sus compañeros de armas, se cubrió de gloria en Angamos el 8 de octubre de 1879.
Frente a las pandemias, los médicos navales han hecho lo propio. En la ciudad de Iquitos, en el corazón de nuestra Amazonía, me ha tocado vivir junto a ellos días muy difíciles, de incertidumbre y de lucha tenaz contra la enfermedad y la adversidad que deja a su paso. El escenario ha sido muy complejo y ha cobrado la vida de cientos de compatriotas, y de otros tantos médicos y personal de salud en los hospitales públicos de la ciudad que prestaron sus servicios y perdieron su vida por las innumerables limitaciones que abundan en nuestro país.
En los días más adversos, también vino a mi memoria la imagen del teniente segundo Enrique Palacios, quien, entre sangre y esquirlas, arengó a los guerreros del Huáscar que seguían en pie resistiendo la abrumadora superioridad material del enemigo, con un vibrante y estruendoso “en este buque nadie se rinde”.
Aquella frase de determinación indomable con la que todos los marinos peruanos crecimos y nos forjamos ha sido nuestro grito de guerra contra el coronavirus y ha inspirado, sin duda, al capitán de fragata Renzo Whittembury Bianchi para componer una canción frente a las aguas del río Itaya, cuya letra se ha convertido en un himno a la perseverancia, al valor y al sacrificio de quienes en las circunstancias más apremiantes lo han dado todo de sí, motivados únicamente por salvar vidas.
Con orgullo y agradecimiento escribo estas líneas para dar fe de cómo todo el esfuerzo desplegado tiene recompensa, pues hoy vemos cómo muchas víctimas de esta cruel enfermedad se recuperan mientras los contagios se reducen principalmente en la ciudad de Iquitos.
El trabajo de la Marina de Guerra, el Ejército, la Fuerza Aérea, la Policía Nacional, la Iglesia católica, las instituciones de salud, las autoridades ediles, los empresarios y las organizaciones civiles de la región Loreto, agrupados en el Comando Operacional de la Amazonía, fue arduo.
La Marina de Guerra del Perú, presente en el gran Amazonas desde 1864 con los vapores Morona y Pastaza, puso su corazón, su fuerza y el trabajo de sus tripulantes para enfrentar esta contingencia. Los que no volverán a casa pusieron su sacrificio y su vida. Todos lo hicimos por amor al Perú y solidaridad con nuestro pueblo peruano; todos hacemos votos para que lo vivido y aprendido no termine siendo solo una pausa más hasta la próxima emergencia.
Siento y lamento la partida en cumplimiento del deber de los pilotos y tripulantes del MI-17 de la Fuerza Aérea del Perú, el comandante FAP Luis Manuel Flores, el capitán FAP Bryan Calleja, y los técnicos FAP Ronal Cortez y Nicolás Estrada. Honor y gloria.
*Capitán de navío
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