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Entre ignorantes y aprendices
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En este continuo aprender al que nos obliga el fenómeno de la pandemia, estos meses nos han sumido en una curiosa paradoja: nos enfrentamos a un fenómeno que ningún ser humano de nuestro tiempo ha conocido, a la vez que nos vemos obligados a tomar decisiones rápidas, como si de expertos en la materia se tratara. Nos movemos, pues, entre la ignorancia histórica y el aprendizaje a veces demasiado acelerado y algo errático.
Pero vamos sentando criterios. Hay cierto consenso en que el debate no es o salud pública o salud privada. Es obvio que la pandemia requiere políticas claras en la materia, que, por otro lado, deberían existir siempre. Es la única forma de garantizar personal sanitario suficiente, hospitales dotados de medios materiales adecuados, unidades de cuidados intensivos disponibles, con pandemia o sin pandemia. Siempre y para todos. La salud no es cuestión de bolsillo, ni de suerte, sino de políticas.
El debate no está, o no debería, tampoco entre salud y economía. La lógica y hasta el egoísmo individual nos dicen que debe primar la salud. Aunque nos esperan tiempos tan duros que nos tendremos que grabar con fuego este principio en la frente, para no olvidarlo.
En España, el debate más caliente, a punto de inaugurarse el año escolar, es si la enseñanza será presencial, y por tanto abren sus puertas los colegios, o si se cierran estos a la espera indefinida de que la vacuna o un milagro universal aparezcan.
Finalmente, se ha decidido a favor de la apertura y de la enseñanza presencial. Es lo que toca. Será cuestión de disciplinarnos todos, pero es una forma de enseñar espíritu de sacrificio a los educandos, a la vez que aprender de su infantil madurez a la hora de adaptarse a los nuevos tiempos.
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